| 12 de octubre

135 años de Ushuaia: desafíos para ser una ciudad mejor

Ushuaia celebra este sábado 12 de octubre un nuevo aniversario. Si bien nunca fue fundada o creada, reconoce en esta fecha su partida de nacimiento por haber sido cuando se creó la Estación de Subprefectura tras la llegada de la expedición que buscaba reafirmar la soberanía argentina en estos alejados rincones de la Argentina que acababa de firmar, en 1881, el Tratado de Límites con Chile que seguiría, no obstante, produciendo algunos chisporroteos entre ambas naciones que mantendrían su disputa

Ushuaia celebra este sábado 12 de octubre un nuevo aniversario. Si bien nunca fue fundada o creada, reconoce en esta fecha su partida de nacimiento por haber sido cuando se creó la Estación de Subprefectura tras la llegada de la expedición que buscaba reafirmar la soberanía argentina en estos alejados rincones de la Argentina que acababa de firmar, en 1881, el Tratado de Límites con Chile que seguiría, no obstante, produciendo algunos chisporroteos entre ambas naciones que mantendrían su disputa sobre algunos parajes. Pasados 135 años de ese hecho que fue considerado primigenio para empezar a hablar de Ushuaia, amerita reflexionar sobre algunos aspectos de su historia que no pueden ser soslayados en pos de un conocimiento de la vida en esta región que, tal y como hoy la conocemos, fue durante décadas tan distinta que podría parecernos irreconocible. 
 
Primeramente tenemos que aclarar que casi veinte años de la llegada del comodoro Lasserre, existía ya en proximidades de la bahía de Ushuaia una misión al mando de los anglicanos liderados por Thomas Bridges, un personaje distintivo de la región que aun tiene descendientes en la provincia. Encontrado abandonado bajo un puente en Bristol en 1844 o 45 y con una medalla con la letra "T", fue llamado Thomas Bridges (que en inglés significa puente) y quedó al cuidado por el pastor George Despard. Este se trasladaría más adelante a las Islas Malvinas, en donde comenzarían los primeros contactos del joven Thomas con los nativos canoeros que habitaban el sur del archipiélago fueguino que eran trasladados desde el canal Beagle hacia el dominio inglés en el Atlántico sur. Si bien los primeros intentos de establecer una colonia de anglicanos en la Isla Grande de Tierra del Fuego fueron infructuosos, finalmente se lograría instalar, en 1871, Bridges en un claro conocido como Oshovia, que en lenguaje yaghán significa "bahía que mira hacia el poniente", dando lugar al nombre con el que pasaría a la historia la zona que ocupa hoy la capital fueguina. Con educación a cargo de los integrantes de la Misión, a la que se sumarían más adelante los Lawrence o Lewis. Los primeros también tienen descendientes por lo que representan las familias con mayor antiguedad en todo el territorio provincial. Es tanta la diferenciación que se produjo cuando en 1884 llegó la expedición del Atlántico sur al mando de Lasserre que los primeros planos del caserío en formación, a cargo del agrimensor Jorge Butza (que detallan el clásico sistema de cuadrículas, mucho más apropiado para las ciudades de zonas de mesetas de la Pampa húmeda que de zonas montañosas), no se incluyó a la misión anglicana en proximidades de la naciente Ushuaia, debido a que se los consideró dos poblados aparte independiente uno del otro. Sin lugar a dudas la herencia hispanista en materia urbana no conoció de particularidades regionales y este ejemplo es el que mejor lo refleja. Aunque la misión fue decayendo como consecuencia de enfermedades que diezmaron la población nativa, fenómeno potenciado por la influencia que la estación de Subprefectura ejerció sobre los habitantes de la misión con orígenes nativos, la empresa de los anglicanos fue modificada a partir de la solicitud (aprobada por el gobierno de Julio Argentino Roca el 28 de septiembre de 1886) de veinte mil hectáreas al este de Ushuaia para crear la primera estancia, Harberton, en homenaje al pueblo en donde nació la esposa de Bridges, Mary Ann Varder. 

 
Pocos años después, en 1899, Ushuaia empezaría a cambiar notoriamente su fisonomía a partir de la creación del Presidio Militar y del Presidio de Reincidentes, iniciativas que respondían a un proyecto que el presidente Roca había impulsado basado en los modelos de colonización y poblamiento de Nueva Caledonia, Australia y las Antillas Francesas. Con la fusión de ambos establecimiento carcelarios (reduciendo de esta manera también los riesgos que corría la escasa población por la deficiencia de comunicaciones ante un posible levantamiento de amotinados en ambas instituciones), y la llegada del nuevo director, el ingeniero Catello Muratgia para la construcción en piedra del nuevo gigante arquitectónico; se abría una etapa que duraría ni más ni menos que casi cincuenta años, medio siglo en el que se vivieron vicisitudes de grandilocuencia que llegó hasta las páginas de los periódicos de la capital federal. Desde el confinamiento de asesinos que aterrorizaban a los habitantes de la metrópoli como Cayetano Santos Godino (conocido como el petiso orejudo), Mateo Banks (quien había matado a ocho integrantes de su familia en medio de dificultades económicas que consideraba salvables al costo de tantas vidas que le valieron el apodo de “mateocho”) o elementos políticos considerados indeseables en el contexto de la Argentina no sólo agrícola ganadera sino también obrera y con fuerte influencia del anarquismo, como Simón Radowitzky que había asesinado al jefe de Policía, Ramón Falcón, y su secretario Juan Antonio Lartigau; Ushuaia constituyó esa sombra negra que se erigía a partir de la tenebrosa presencia del Presidio y de ahí se extendía por todos los rincones del país. Los reclamos por su cierre a partir de denuncias reflejadas en folletines partidarios (como los publicados por el periódico anarquista La Protesta), la presencia en los años treinta de los confinados radicales tras el golpe del 6 de septiembre de 1930 llevando al pueblo a prominentes hombres de la vida pública política y cultural como Ricardo Rojas, Honorio Pueyrredón o Néstor Aparicio (en simultaneidad con la mano dura que en el Presidio ejercía para esos mismos años el tristemente célebre Adolfo Cernadas o Juan Faggioli). El pueblo de Ushuaia se volvió en estos casi cincuenta años tan dependiente del Presidio que quienes no trabajaban allí, eran proveedores (en el caso de los comerciantes son antológicos los conflictos por licitaciones que involucraron a vecinos de renombre que se negaban a aceptar los términos y las condiciones de los pliegos emanados por la autoridad del Presidio) o porque, en definitiva, eran beneficiarios de obras públicas concretadas por mano de obra presidiaria. Esto hizo que en los años cuarenta, cuando se avizoró el cierre del establecimiento carcelario a partir de la segunda mitad de la década, se erigiera una nueva sombra, esta vez de imprevisibilidad para algunos, de futuro promisorio para otros, pero nueva sombra al fin. 

 
En estos años cuarenta hubo dos hechos que precipitaron los cambios en la configuración social, económica y política de Ushuaia: por un lado el ya mencionado cierre del Presidio y, por el otro, la creación de la Gobernación Marítima. Este último hecho, fundado en el Decreto Ley N° 5626 suscripto por el entonces presidente de facto Pedro Ramírez en 1943, provocó un aluvión de obras que constituyó, en parte, la preparación a los cambios que más adelante se producirían con el cierre de la cárcel. En gran parte, el cambio de jurisdicción dependiente ahora del Ministerio de Marina fue grandemente influenciado por la conflagración bélica que involucraba a muchos de los actores centrales mundiales. La presencia de buques británicos en el Atlántico sur, la escasez de comunicaciones de Ushuaia y Río Grande con el resto de la Argentina y la relevancia que adquirían algunos de los establecimientos (como los talleres de la cárcel de Ushuaia y los frigoríficos en Río Grande) en el contexto de demanda de espacios para los contendientes; determinó bastante que los ojos de Buenos Aires se posaran sobre los extremos de un país que se mantenía neutral aunque nadie sabía hasta cuándo mantendría dicha posición. La construcción de las casas de la Armada en la zona de inmediaciones de donde se situaba la antigua misión anglicana, la construcción de una Pasarela que comunicaría el casco histórico con dicha zona de la misión que también poseía chacras (y que recibió el nombre de Pasarela Luís Pedro Fique en honor de uno de los pioneros de Ushuaia); la construcción de una pista de aterrizaje de dimensiones tales que, aunque pequeñas, facilitaban las comunicaciones mediante vía aérea; representaron, a su manera, la ejemplificación de cómo el rol del Estado se fortaleció a través de trabajos y obras que fueron de utilidad. Quizá haya quien cuestione el concepto de utilidad de estos ejemplos, pero si observáramos que las casas que la Armada construyó siguen siendo habitadas por oficiales que llegan a trabajar cada año a la ciudad o que la pista de aterrizaje hoy es aprovechada por el Aeroclub, no podemos negar el carácter ahistórico de muchos de estos trabajos que son la realidad de Ushuaia por vastas décadas. 

 
Fue a partir de la sanción de la Ley de Promoción Económica N° 19640 con sus respectivos regímenes de promoción industrial y de exención impositiva, que Ushuaia comenzó a sufrir los cambios que darían la fisonomía de la Ushuaia tal y como hoy la conocemos. El crecimiento urbano, la desaparición por el entubamiento de arroyos y chorrillos que caracterizaban la Ushuaia de antaño y que forman parte de los relatos de los vecinos pioneros que incluso suelen recordar en pleno siglo XXI dónde se situaban algunos con solo recorrer sus calles. La ampliación de los límites urbanos desafiando los impuestos por la naturaleza con sus bosques que fueron derribados y sus chorrillos que fueron entubados, son la consecuencia lógica de una ciudad que creció desmesurada y desordenadamente. La falta de códigos de planificación urbana (o su inobservancia cuando existieron) son la muestra palmaria de cómo se privilegió el poblamiento sin criterios teniendo en cuenta el ambiente que nos rodea y cómo se puede degradar si no se promueven estándares conservacionistas, dada aun más la potencialidad que ello implica en materia de impulso a la actividad turística. En este sentido han empezado a tomar decisiones progresivamente ámbitos locales y provinciales en toma de decisiones sobre distintos asuntos pero dicha continuidad ha corrido peligro quizá por las propias características de los actores políticos bajo cuya égida han quedado muchas de las responsabilidades pertinentes. 

Ushuaia afronta desafíos en relación a temáticas tan diversas como sus problemas. En materia urbana, la escasez de la tierra y la falta de políticas públicas que alcancen a satisfacer la demanda en materia de vivienda requiere de un abordaje intersectorial que facilite el otorgamiento de soluciones a partir de los elementos institucionales hoy existentes, como el registro de demanda habitacional abierto por el Municipio y el rol inherente de acuerdo a las leyes del Instituto Provincial de la Vivienda (IPV). En materia de infraestructura existen dificultades por la dispersión de los actores involucrados, ya que la Dirección Provincial de Obras y Servicios Sanitarios (DPOSS) pertenece, como su denominación lo dice, al Estado provincial, las conexiones de gas competen al ámbito privado (Camuzzi Gas del Sur), la apertura de calles puede tercerizarla el Municipio a través de licitaciones adjudicadas a empresas, la energía eléctrica corresponde a la Dirección Provincial de Energía (DPE) y la recolección de residuos a una empresa como Agrotécnica Fueguina. Esta multiplicidad de actores competentes a la hora de ampliar la entrega de tierras (que según la Carta Orgánica Municipal sancionada el 28 de marzo de 2002 y cuya modificación mediante el sistema de reforma está siendo evaluado en el seno del Concejo Deliberante debe ser con todos los servicios de higiene y servicios públicos), constituye un problema de magnitud debido a la presentación de una capacidad de diálogo que se esperaría sea mucho más simple cuando los grupos gobernantes en cada estamento pertenecen al mismo partido o frente. La experiencia muestra que dicha presunción no es del todo cierta y que entran a jugar factores extrapolíticos en muchas de estas discusiones. 

 
Capítulo aparte amerita la reforma del texto constitucional local: un texto sumamente rico y avanzado en la definición de mecanismos de democracia semidirecta que permiten la participación de sectores de la comunidad haciendo del proceso de toma de decisiones un sistema participativo que en su momento fue admirado y reconocido por constitucionalistas del resto del país. Sin embargo, la cultura política no permitió avanzar en otros institutos contemplados constitucionalmente como la Defensoría del Vecino cuyo cargo nunca logró ser cubierto. Se torna necesario también evaluar un sistema de doble vuelta para la elección del cargo de intendente dados los porcentajes obtenidos por los distintos mandatarios electos (exceptuando claramente los comicios de junio de 2019 cuando Walter Vuoto superó el cincuenta por ciento de los votos válidos emitidos). 
 
Ushuaia es, en definitiva, un desafío que nos debe hacer partícipes a todos los que vivimos a partir de las riquezas y potencialidades. La historia nos muestra una ciudad que atravesó dificultades de variada complejidad y no menos complejas respuestas en función de los tiempos políticos regionales, nacionales y hasta internacionales. Ushuaia debe compelernos a involucrarnos en la construcción de una ciudad mejor con bienestar e inclusión tal como han querido muchos de los pioneros que, con sus circunstancias, obraron por un lugar que fuera caracterizado como la “Cenicienta de la República”. 
 
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