Definido por el divulgador y fotógrafo submarino Jacques Cousteau como un continente que se aferra a la vida al borde de la muerte, la Antártida es tema de un atractivo libro con datos geográficos, silvestres e históricos que sirve además como guía turística, del licenciado en Turismo Sebastián Arrebola y la bióloga marina Shoshanah Jacobs.
"Antártida, descubriendo el último continente" compila datos históricos, biológicos y geográficos relevantes, con infinidad de fotos de un territorio deslumbrante.
"El libro se gestó con la inquietud de ser una pequeña guía turística, pero fue creciendo hasta ser más que eso, sumando referencias de flora y fauna antártica, geografía, historia de las diversas expediciones y reseña de la actividad de pesca en las factorías balleneras y las loberías", contó a Télam Arrebola, coautor del libro junto a Jacobs, canadiense y bióloga marina.
"Shoshanah me convenció de hacer un libro y comenzó el trabajo que llevó tres años perfeccionando explicaciones y chequeando la información, agregándole gráficos y fotos actuales e históricas", y guía de aves, peces, mamíferos y especies vegetales antárticas.
Patrocinado por la Fundación de Historia Natural Félix de Azara y publicado por Vázquez Mazzini Editores, el libro está prologado por Pierre Yves Cousteau, hijo del oceanógrafo fascinado por ese "vasto continente, eternamente blanco, que se aferra a la vida al filo de la muerte", al que llegó en 1972 a bordo del Calypso.
Al autor del libro, la Antártida le resonaba desde chico a través de la lectura de las exploraciones, pero cuando se fue a vivir a Ushuaia y se acostumbró a ver zarpar barcos hacia el continente antártico, su impulso tomó un rumbo decisivo al embarcarse en un velero de 12 metros junto a cinco italianos.
"La trayectoria comenzó en Ushuaia, hicimos Puerto William, en Chile, el Canal de Beagle y el Cabo de Hornos, donde tuvimos que esperar tres días a que se produjera una `ventana` para el cruce", a causa de los vientos indomables.
Finalmente, entraron a Decepción, en las Islas Shetland del Sur, y fondearon un ancla en el lecho de piedra de la pequeña bahía "Balleneros", amarrados con tres cabos desde la nave al hielo.
"Dormimos varias horas porque estábamos fundidos y bajamos a los restos de una base ballenera chilena-noruega cerrada en el `30, que todavía no había sido limpiada e inclusive tenía un avión británico varado en una operación secreta en 1944, durante la Segunda Guerra Mundial, que volvió a Inglaterra recién en 2004".
Para Arrebola, la sensación de haber llegado a la Antártida equivale a haber viajado a la Luna: "Ahora llega más gente porque se está incrementando el turismo antártico, pero desde que se descubrió, ese era territorio de los foqueros, que en pocos años prácticamente extinguieron las colonias de lobos".
Más tarde siguieron expediciones de Estados Unidos, Inglaterra, Francia, hasta que tras un vacío de 50 años, cuando el foco fue el Artico, comenzó la era heroica de las expediciones del siglo XIX.
Arrebola volvió a hacer viajes con el mismo velero, hasta que ingresó en 2004 a una empresa de barcos de mayor porte.
“El turismo en la Antártida está muy restringido y tiene muchas normas con la fauna; cualquier persona que vaya a la Antártida tiene que presentar una evaluación de impacto ambiental, en el que sus actividades sean menor que la categoría `mínima transitoria`".
Los encargados de preservar al Continente Blanco de un eventual impacto negativo son el país de la bandera del barco o el país de la persona o empresa que está realizando la expedición que, si el que la hace es un argentino, debe ser reportada a la Dirección Nacional del Antártico, que la evalúa con criterios del Tratado Antártico que rige para el sur de los 60 grados de latitud.
En la indagación histórica, Arrebola profundizó en la etapa inicial de los foqueros, que lo llevan a pensar que “estaban totalmente delirantes porque llegaban en “barcos sin motor, a vela, de madera, con el clima tan impredecible de vientos y corrientes marítimas que tiene Antártida”.
De la investigación surgieron documentos de la Compañía Argentina de Pesca, instalada en Georgia en 1904 y 1905 por el ballenero noruego capitán Larsen, comandante del "Antartic", expedición sueca que tuvo al primer argentino invernando en la Antártida, el alférez Sobral, y que fue rescatada por la Corbeta Uruguay.
“También me parecen delirantes los exploradores por la forma en que hacían el viaje y los límites a los que se arriesgaban; creo que si ahora se muriera un miembro de una expedición, se suspendería, pero en aquel momento continuaban, y han tenido que pasar una invernada por quedar atrapados en el hielo”, comentó.
Arrebola navegó el mar Mediterráneo, el Artico Canadiense, la Antártida, y los océanos de Argentina y Chile.
"La exploración está muy relacionada con los recursos comerciales incluso hoy, porque si bien hay ciencia antártica que puede ser de la más pura, hay intereses políticos; no obstante, a diferencia de la explotación comercial de antaño, hay una especie de freno con el Tratado Antártico para que la única actividad sea el turismo y esté prohibida la explotación de minerales".
Fuente: Celia Carbajal, Agencia Télam