Las declaraciones homofóbicas y sexistas de un ídolo del folklore argentino, como las que pronunciara el Chaqueño Palavecino en el Anfiteatro Cocomarola, hablan de la vigencia de una cultura conservadora y anacrónica que se hace ver en el plano mediático como mecanismo de validación de su persistencia. No casualmente, quizá, Palavecino sea de origen salteño, provincia en la que la educación sexual no forma parte de los diseños curriculares y la religión sigue siendo materia en escuelas públicas
Las declaraciones homofóbicas y sexistas de un ídolo del folklore argentino, como las que pronunciara el Chaqueño Palavecino en el Anfiteatro Cocomarola, hablan de la vigencia de una cultura conservadora y anacrónica que se hace ver en el plano mediático como mecanismo de validación de su persistencia. No casualmente, quizá, Palavecino sea de origen salteño, provincia en la que la educación sexual no forma parte de los diseños curriculares y la religión sigue siendo materia en escuelas públicas de gestión estatal pese al fallo que da lugar al amparo colectivo presentado por la Asocación de Derechos Civiles.
Sin dejar de remarcar el tono de lo que dijo Palavecino, indudablemente existen estándares diversos en torno al colectivo LGBTIQ y el sexismo. Programas, como el de Showmatch, de Marcelo Tinelli, cuyo rating otorga incluso poder político a sus conductores -en un ejercicio retrospectivo hasta fue acusado de colaborar en la caída de presidentes y en la derrota electoral de un oficialismo circunstancial-, no representan el modelo comunicacional del que podamos tener consideración alguna. Sin embargo, su vigencia de más de veinte años en la televisión argentina y cómo ello le ha permitido proyectar su trayectoria a un ámbito tan homofóbico, machista y misógino como es el fútbol, habla de una lógica circular que premia el éxito a quienes, basando su fama en estándares mucho más laxos que para otras personas, logran puertas mucho más amplias que la de un simple estudio televisivo o un escenario musical.