| 4 de junio

La Política Exterior de la automarginación

Iván Petrella atribuye la falta de interés de Estados Unidos en relacionarse con Argentina a la automarginación que impuso unilateralmente nuestro país. Argentina debe tener una agenda más estratégica y no comprar un “tercermundismo cerril y primitivo”.

Iván Petrella atribuye la falta de interés de Estados Unidos en relacionarse con Argentina a la automarginación que impuso unilateralmente nuestro país. Argentina debe tener una agenda más estratégica y no comprar un “tercermundismo cerril y primitivo”.
 
La relación entre América latina y los Estados Unidos se encuentra en una etapa de profundización y consolidación alrededor de una creciente convergencia de intereses. Solo hace falta enumerar los recientes contactos al más alto nivel para darse cuenta de ello. En mayo de este año, el presidente Barack Obama visitó a sus pares en México y Costa Rica; el vicepresidente Joseph Biden entabló una gira que incluye a Colombia, Trinidad y Tobago y Brasil; en junio, los presidentes de Chile y Perú, Sebastián Piñera y Ollanta Humala, tendrán importantes visitas de trabajo con el presidente norteamericano en Washington y en octubre, Dilma Rousseff hará una visita de Estado a Washington: este es el máximo nivel que un mandatario extranjero puede recibir en otro país.
 
La gran ausente en esta convergencia es la Argentina. ¿A qué se debe esta ausencia? No se debe a la incapacidad de contribuir de manera productiva a la agenda que estos países vecinos discuten con los Estados Unidos: entre otros temas se busca incrementar el comercio y las oportunidades de inversión, lograr mayor intercambio educativo, proteger el medio ambiente, colaborar en la temática de la seguridad global y la lucha contra el narcotráfico, el desarrollo científico y energético y los derechos humanos. Todo lo contrario: la Argentina puede aportar a muchas de esas cuestiones. Es un imán educativo para estudiantes de todo el hemisferio y parte del Mercosur. Supo ser líder latinoamericano en misiones de paz y contribuyó de manera equidistante a la resolución del conflicto del Medio Oriente. Posee la tercera reserva mundial de gas no convencional y es líder en el desarrollo de biocombustibles. Goza de una comunidad científica de reconocida trayectoria, posee tecnología satelital y nuclear y fue el único país en enjuiciar a su junta militar durante el renacer democrático de la región. El problema, entonces, no es la falta de mérito para formar parte de la gran agenda latinoamericana del momento.
 
La ausencia argentina tampoco se debe a la falta de una tradición de relacionamiento provechoso con los Estados Unidos. Hoy ese país es nuestro principal inversor extranjero y cuarto socio comercial. La amistad con los Estados Unidos logró abrir su mercado de carne a nuestras exportaciones y, por ende, abrió otros mercados. Esa relación influyó para que la Secretaria del Tratado Antártico fuese argentina, permitió que nuestra tecnología satelital estuviese entre las más avanzadas, favoreció las exportaciones de reactores nucleares a los mercados más exigentes y contribuyó al nombramiento de nuestro país como aliado extra Nato, para recordar algunos ejemplos. Presidentes tan disimiles como Raúl Alfonsín y Carlos Menem visitaron a la Casa Blanca con el mismo nivel de agasajo que recibirá ahora Rousseff, mientras que Fernando de la Rúa tuvo una importante visita de trabajo. El problema, entonces, no es la escasez o poca profundidad de los lazos que unen a la Argentina con los Estados Unidos.
 
Nuestra ausencia del diálogo que está marcando las pautas para el futuro desarrollo de las Américas se debe, en cambio, a que hemos comprado un tercermundismo cerril y primitivo que es repudiado por nuestra propia subregión. Es el fruto de lo que hemos sembrado a través de nuestra política exterior y nuestra política interna en los últimos años. Al dejar afuera a nuestro país de su gira, Biden está claramente retribuyendo nuestras actitudes con su indiferencia. En política exterior la regla de oro es la reciprocidad. Los países y los gobiernos actúan a través de los gestos y los símbolos. El gesto de Biden es el reflejo de la distancia que la Argentina puso unilateralmente. Además, nos muestra y muestra a los demás que la Argentina, por el momento, no cuenta para los Estados Unidos.
 
Nuestra marginación no es solamente en relación a ese país sino también en relación a nuestros vecinos. No hay que confundir: Dilma Rousseff puede acompañar a Cristina Fernández de Kirchner a Cuba para abrazar a los Castro, pero se va sola a los Estados Unidos a reunirse con Obama y de esa forma llena espacios de convergencia estratégica que nosotros abandonamos. Sabe que para elevar el nivel de vida de su población y posicionar a Brasil en el mundo, como lo lograron recientemente Santos y Colombia con el apoyo norteamericano para entrar a la OECD, hay que mirar más al norte. No se trata de privilegiar a los estados Unidos por sobre las relaciones sur-sur o con países emergentes ya que no es necesario elegir entre uno o el otro. Pero sí se trata de entender cuáles son los países con mayor influencia y poder. Por eso, la Argentina tiene que tener una agenda estratégica con el mayor número de actores importantes posible y Estados Unidos es un actor ineludible.
 
El viaje de Biden y los viajes que le seguirán de parte de presidentes de la región revela que no solo estamos afuera de la agenda de los Estados Unidos, todavía la nación más poderosa del planeta, con todo lo que ello significa en cuanto al acceso a tecnología, conocimiento, mercados e inversión. También estamos excluidos de los intereses generales y de la visión del mundo de gran parte de nuestros vecinos: automarginados de las discusiones más relevantes para el desarrollo latinoamericano cuando hace muy poco y desde el principio de nuestra historia fuimos referente ineludible. Con eso perdemos todos los argentinos.
Fuente: La Nación
 
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