El 26 de abril de 1990, el Congreso de la Nación sancionó la Ley 23775 mediante la cual se establece la provincialización del último territorio nacional: el de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur. Décadas de trabajo de pioneros, vecinos, diputados como Esther Fadul y Ernesto Manuel Campos, pero el último respaldo brindado por el primer presidente de la democracia, Raúl Alfonsín, dieron sus frutos la madrugada del 26 de abril cuando a las 4:47 y con el voto de 109 diputados a fa
El 26 de abril de 1990, el Congreso de la Nación sancionó la Ley 23775 mediante la cual se establece la provincialización del último territorio nacional: el de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur. Décadas de trabajo de pioneros, vecinos, diputados como Esther Fadul y Ernesto Manuel Campos, pero el último respaldo brindado por el primer presidente de la democracia, Raúl Alfonsín, dieron sus frutos la madrugada del 26 de abril cuando a las 4:47 y con el voto de 109 diputados a favor, el último confín de la tierra (como lo calificara Esteban Lucas Bridges) sería reconocido con la plenitud de los derechos políticos para elegir a sus representantes y ser los dueños de la construcción del destino que eligiésemos.
En la primavera democrática de los años ochenta, Alfonsín hizo hincapié en la Patagonia para el proyecto que buscaba implementar en el país que entraba en la última parte del siglo XX pretendiendo encarar los desafíos que acechaban hacía décadas. El desequilibrio estructural que ahogaba las economías regionales y el centralismo porteño que había constituido parte del debate intelectual argentino ya desde antes incluso del surgimiento de la Unión Cívica Radical, pues hasta Leandro Alem siendo diputado nacional había planteado la cuestión del centralismo como parte de la discusión parlamentaria por la creación de la capital federal; eran tópicos que no podían ser soslayados a la hora de plantear un nuevo modelo de país.
El proyecto de traslado de la capital a Viedma, la creación del Consejo de Consolidación de la Democracia que propiciaba la reforma constitucional incorporando la nueva generación de derechos tras el auge del Estado Benefactor con el halo intelectual que le imprimió la socialdemocracia europea a la que adhirió Alfonsín junto al radicalismo argentino; la integración regional junto a la consolidación de una unidad latinoamericana que se reflejó en la creación del Mercado Común del Sur (MerCoSur), a la postre una de las pocas políticas de Estado que tuvo el país durante los sucesivos gobiernos; la convocatoria a integrar el gabinete a Rodolfo Terragno, autor de la célebre Argentina del Siglo XXI que planteó el nuevo rol que el Estado debía tener en la Argentina a la luz de las experiencias de progreso de distintos países que padecieron los horrores de la guerra y supieron reformular sus naciones; y la provincialización de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur; fueron algunas de las decisiones que en su momento tomara Alfonsín para darle al Estado Nacional democrático y post dictatorial un nuevo ritmo, una filosofía actualizada y renacida pero también capaz, ágil y eficiente a la hora de dar respuestas a los viejos problemas que acosaron el desarrollo argentino.