"La recompensa liberal y generosa del trabajo fomenta la propagación, anima y aumenta el pueblo industrioso. Los salarios del trabajo son los estímulos de la industria, la cual, como cualquiera otra cualidad del hombre civil, se perfecciona al paso que se fomenta. Un mantenimiento abundante aumenta las fuerzas corporales del trabajador y la agradable esperanza de mejorar de condición, así como la de acabar acaso sus días en plenitud y conveniencia son circunstancias que le animan a poner en movimiento todos sus esfuerzos. En consecuencia, hallamos que donde los salarios del trabajo son crecidos los operarios son más activos, más diligentes y más expeditos que donde son cortos; más en Inglaterra, por ejemplo, que en Escocia, más en las cercanías de las ciudades y en las aldeas remotas. Es verdad que hay artesanos que, cuando pueden ganar en cuatro días lo que les basta para mantenerse toda la semana, se están villanamente ociosos los tres restantes, pero esto no se verifica en la mayor parte de ellos. Por lo común, todo operario, a quien se le paga liberalemente una pieza de su obra, se estimula a trabajar tanto que a veces pierde con el extremo la salud, o gasta su robustez en pocos años. (…) La excesiva aplicación de los cuatro primeros días de la semana suele ser también la causa real de la ociosidad de los tres restantes, de que tanto se quejan generalmente los empresarios. A un trabajo grande tanto de cuerpo como de espíritu, continuado varios días consecutivos, se sigue naturalmente en el hombre un deseo grande de descanso, el cual es casi irresistible a no impedirlo la fuerza o una urgente necesidad. Es propensión de la naturaleza el desear que se la alivie con alguna indulgencia, con el descanso unas veces, y otras aún con la diversión o distracción de los negocios. La falta de esta condescendencia suele traer peligrosísimas consecuencias, y en ciertas ocasiones tan fatales que tarde o temprano vienen a originar la enfermedad peculiar de aquel oficio o ejercicio. Si los maestros artesanos, los fabricantes y los amos, diesen gratos oídos a las voces de la razón y la humanidad, sería en ellos más frecuente moderar, más bien que incitar al excesivo trabajo, a los operarios y criados aplicados y expertos. Creo ser evidente, en toda especie de labor, que el hombre que trabaja con la moderación que debe para trabajar con constancia, no sólo conserva más tiempo su salud, sino que en el curso del año hace más labor que el que se aplica imprudentemente a ella".
Adam Smith, La riqueza de las naciones.