| 10 de agosto

La ciencia y su aporte para revalorizar la cosmovisión de las comunidades originarias

Investigadores e investigadoras del CONICET en Santiago del Estero –y en el resto de la región NOA Sur- abogan por la recuperación de las identidades y del patrimonio material e inmaterial de estos pueblos.

Investigadores e investigadoras del CONICET en Santiago del Estero –y en el resto de la región NOA Sur- abogan por la recuperación de las identidades y del patrimonio material e inmaterial de estos pueblos.
 
Sin exagerar, las producciones científicas que en Tucumán, Santiago del Estero y Catamarca –integrantes del CONICET NOA Sur-  rescatan y revalorizan las costumbres y las tradiciones de las comunidades originarias son inacabables. Algunos equipos de trabajo buscan resignificar sus métodos terapéuticos ancestrales. Otros están dedicados a recuperar -o poner en valor- el acervo arqueológico, y otros persiguen “interculturalizar” los sistemas educativos y concientizar sobre la importancia de la protección de las lenguas originarias… Y hay mucho más, pero con un punto en común:  trabajar en colaboración y contribuir desde sus experticias al bienestar de estos pueblos.
 
Ayer martes 9 de agosto, Día Internacional de los Pueblos Indígenas, Silvina Corbetta y Catriel León –especialistas del Instituto de Estudios para el Desarrollo Social (INDES, CONICET-UNSE), en Santiago del Estero- cuentan sus experiencias y sus aportes desde la educación, por un lado, y desde la arqueología, por otro.
 
 
 
Un reconocimiento adeudado
 
Desde su ingreso al INDES, a fines de 2016, Catriel León hizo una lectura panorámica de la situación de las comunidades originarias del sur de Santiago del Estero, y llegó a una primera conclusión: “desde el punto de vista arqueológico, no se conocía prácticamente nada de ellas”. Entonces se propuso, como primera medida, poner énfasis en la necesidad de generar información que sirviera de punto de partida.
 
Arqueólogo de profesión, pero con formación de grado en Antropología, León se instaló en esa provincia en 2012; cuatro años después ingresó a la carrera de investigador del CONICET para abordar la temática que justamente hoy lo convoca: el Enfoque arqueológico de los procesos de larga duración de las poblaciones originarias del sur de la actual provincia de Santiago del Estero: historia ocupacional y dinámica social.
 
Asumiendo que la información era exigua, se planteó arrancar por tres caminos. En primer lugar buscó caracterizar los principales rasgos adaptativos y culturales de los grupos indígenas que habitaron el sur de Santiago respecto de la subsistencia, la tecnología y los sistemas de asentamiento. El segundo paso fue comparar y evaluar semejanzas y diferencias de los registros arqueológicos tomando distintos ambientes (por ejemplo, las sierras y los humedales); y el tercero, determinar y analizar los factores naturales y sociales asociados con la movilidad de los diferentes grupos, y evaluar así los mecanismos y la intensidad de las relaciones entre las poblaciones del sur de la provincia y los grupos que habitaron otros sectores.
 
“Los primeros resultados que comenzamos a obtener nos están sugiriendo que el esquema tradicional de la arqueología de Santiago del Estero, organizado en tres ´culturas´ sucesivas -Mercedes, Sunchituyoj y Avería-, no se cumpliría en el sur”, revela el investigador y señala que los análisis del arte rupestre y de los tiestos cerámicos sugieren que hubo una gran diversidad poblacional, tanto a escala espacial como temporal. Los resultados alcanzados, que –destaca- son preliminares; “nuestro trabajo se focalizó en algunas áreas acotadas del vasto territorio”, resalta.
 
“Pensamos que estos sectores campesinos sufrieron procesos de invisibilización de su identidad indígena”, y subraya que como las identidades son dinámicas, inacabadas e históricas, puede suceder que en algún momento se produzca un proceso de ‘reetnización’”. Y plantea, entonces, una hipótesis: los datos obtenidos parecen indicar la existencia de relaciones con las poblaciones originarias actuales que, gracias a hallazgos logrados en los últimos 20 años, permitieron que las comunidades en el sur y en el resto de la geografía de la provincia vengan re-visibilizándose.
 
 
 
En búsqueda de no perder nuestras lenguas ancestrales
 
Silvina Corbetta se desempeña como investigadora en el Grupo Educación, Ambiente, Hábitat y Territorios del INDES, pero desde 2002, antes de formar parte del instituto, trabajaba ya en el campo de la educación y de los pueblos indígenas: fue el tema de su tesis doctoral. Actualmente es coordinadora académica de la Maestría en Derechos Humanos, con eje en género e interculturalidad. Es además coordinadora alterna de la Licenciatura en Educación Ambiental y de la Tecnicatura en Educación Intercultural Bilingüe (EIB) con Mención en Lengua Quichua de la Facultad de Humanidades, Ciencias Sociales y de la Salud (FHCSyS-UNSE), y coautora del libro Educación intercultural bilingüe y enfoque de interculturalidad en los sistemas educativos latinoamericanos. La obra persigue un doble propósito: posicionar la educación en la clave cultural que reclaman para sí tanto los pueblos indígenas como las poblaciones afrodescendientes, y contribuir al conocimiento comparado del desarrollo de la educación intercultural bilingüe en la región y de los desafíos que enfrenta. Y de entre ellos destaca la necesidad de “interculturalizar los sistemas educativos” en todos sus niveles como estrategia para desactivar el racismo, y visibilizar y aprender de los saberes indígenas.
 
Resalta también que la educación intercultural bilingüe (la que los pueblos indígenas quieren para sí) y el enfoque de interculturalidad en los sistemas educativos (interculturalidad para todos y todas) deben operar en simultáneo en nuestras políticas educativas. “Dado que somos partes de sociedades pluriculturales y pluriétnicas, la noción de diversidad no debe implicar sólo la alteridad o el otro, el indígena, o el afrodescendiente, sino a todos: criollos, mestizos, indígenas, afrodescendientes y otras poblaciones”, resalta y advierte sobre una deuda de los Estados, fundamentalmente en materia educativa.
 
“La invisibilización de los saberes y de las lenguas indígenas ha sido más bien la norma con que los sistemas educativos operaron en la región latinoamericana, pese a un fértil corpus normativo en contrario”, reflexiona y sentencia: “sin paridad de condiciones entre los conocimientos occidentales y los conocimientos indígenas en los currículos, y sin políticas de formación intercultural para la totalidad de los docentes y de los funcionarios, la desactivación del racismo imperante entre la población blanca/criolla y mestiza (los dos componentes societales más reacios a su inclusión) no se hará efectiva”.
 
También destaca una tendencia negativa que se fue dando en los últimos años, y que tiene que ver con la sostenida pérdida de las lenguas. Según la UNESCO –resalta-, de unos 7000 idiomas que se hablan en el mundo, 6700 corresponden a lenguas indígenas: "de ellas, 2680, o sea el 40%, corren el riesgo de desaparecer, y eso crece a un ritmo alarmante”, agrega. Dado este proceso de extinción, la ONU decidió que 2019 sería el Año Internacional de las Lenguas Indígenas, y en 2020 estableció el Decenio Internacional de las Lenguas Indígenas (2022-2032). Los objetivos son crear conciencia sobre la situación de las lenguas e impulsar una labor mundial para protegerlas, promoverlas y revitalizarlas.
 
“Proteger las lenguas, producir información censal sobre la situación lingüística y educar sobre esta base es una obligación de los Estados para efectivizar los derechos de los hablantes, su inclusión y el respeto por la cultura de la cual son portadores”, reflexiona la especialista, y se permite una mención sobre el reciente censo nacional: “esperábamos ansiosamente que se incluyera una pregunta lingüística en el formulario dirigido a la totalidad de la población”, expresa. Y aclara que, si bien se incluyó la consulta sobre lenguas indígenas, sólo estuvo dirigida a los ciudadanos y a las ciudadanas que se reconocieran como parte de un pueblo indígena o cuyos antepasados fueran parte de pueblos originarios, aspecto que dejó por fuera a un importante número de personas: “en Santiago del Estero, por ejemplo, la lengua quichua se habla y/o se entiende entre criollos y criollas, no sólo entre quienes se autorreconocen miembros y/o descendientes de pueblos indígenas u originarios”. Por lo tanto, sostiene, en estos casos hubo una subvaloración en los datos acerca de las personas que hablan la lengua mencionada.
 
 
 
Por qué se celebra este día
 
El 9 de agosto fue elegido por la ONU para conmemorar el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, que representan un poco más del 6% de la población mundial. Se estima que eso se traduce en alrededor de 476 millones de personas, agrupadas en más de 5 mil comunidades, en unos 90 países. No obstante, a pesar de que sus territorios albergan el 80% de la biodiversidad del mundo, se encuentran entre las poblaciones más desfavorecidas del planeta.
 
En Argentina, los procesos de colonización cultural y las campañas militares del siglo XIX provocaron, en gran medida, el exterminio de varios pueblos indígenas. En la actualidad continúan peleando por la valorización de su identidad, por su autonomía política, y por el reconocimiento de sus derechos y de los derechos sobre sus territorios.
 
El Instituto Nacional de Asuntos Indígenas es el organismo oficial encargado de promover y proteger los derechos de los pueblos indígenas de Argentina. Su último informe, elaborado en 2019, dio cuenta de que hay 45 pueblos indígenas que viven en más de 1.676 comunidades, a lo largo y a lo ancho del territorio nacional.
 
 
 
 
 
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