Alex Nowrasteh es analista de políticas de inmigración del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute.
La guerra civil ha matado a más de 100.000 personas y desplazado hasta 7 millones —cerca de un tercio de la población de Siria. La oferta de Rusia de colocar las armas químicas de Siria bajo el control internacional podría evitar la participación militar de EE.UU., pero la crisis humanitaria sigue allí. La buena noticia es que la participación militar no es necesaria para ayudar a aliviar la crisis humanitaria. En cambio, podemos permitir la emigración de sirios a EE.UU.
El número de refugiados crece a diario. Los sirios que no son musulmanes y que constituyen entre el 13 y 15 por ciento de la población, se encuentra particularmente en peligro. Los cristianos, los drusos y aquellos que no son religiosos se enfrentan a ataques de muchos grupos rebeldes que están motivados por una interpretación violenta del Islam Sunni. Por ejemplo, los rebeldes del grupo Jabhat al-Nusra recientemente conquistaron al pueblo Maaloula, donde se habla arameo —forzando a gran parte de la población a huir, quedando atrás solamente un puñado de monjas y huérfanos.
Pero los musulmanes sirios corren un gran peligro también. Solo un 13 por ciento de los sirios —incluyendo al presidente Bashar Assad y su gobierno— son shíitas, comparado con 74 por ciento del resto que son sunitas. Los sunitas constituyen el núcleo de la rebelión, mientras que la mayoría de los shíitas respaldan al gobierno. Las facciones en conflicto y alineadas de acuerdo a las sectas religiosas crecerán y profundizarán la violencia, matando a civiles no combatientes de todo credo en el fuego cruzado.
Estas condiciones han provocado un éxodo masivo desde Siria y es probable que continúe. Como el director general de la Junta de Migración de Suecia ha dicho: “El conflicto en Siria se ha calentado, para decirlo moderadamente…podemos asumir que no va a resolverse en el futuro cercano”.
De los siete millones de sirios desplazados, dos millones han abandonado el país. Hasta ahora, los países vecinos como Líbano, Jordania y Turquía han recibido a más de 1,7 millones de refugiados. Suecia ha anunciado que le dará residencia permanente a 14.700 refugiados sirios que ya han llegado al país, así como también a los que lleguen después. Alemania también ha decidido recibir a 5.000 refugiados sirios.
En cambio, en 2011 y 2012, EE.UU. permitió que solamente 374 sirios obtengan estatus de asilados, mientras que solamente se recibió a 60 refugiados. La administración Obama ha anunciado planes de permitir que ingresen 2.000 refugiados —pero eso es solo una promesa. A los sirios que ya se encuentran en EE.UU. se les permite quedarse y trabajar en virtud del Estatus Temporal de Protegido (TPS, por sus siglas en inglés) —así como también se les permite a muchos haitianos, somalíes y otros cuyos países han sido devastados, pero eso no ayuda a aquellos que están tratando de huir de un país sumido en una guerra.
EE.UU. solía ser el refugio seguro para los perseguidos del mundo, especialmente para los que eran perseguidos por profesar determinada religión. Los peregrinos huyeron de Países Bajos, los católicos irlandeses escaparon de la opresión de Inglaterra, los judíos de Europa Oriental huyeron de los pogromos, y los armenios escaparon del genocidio y la guerra para establecerse en California. Pero luego EE.UU. cambió sus leyes migratorias en 1921, y el gobierno vergonzosamente le cerró las puertas a los judíos alemanes que huían de la Alemania nazi y a los chinos que huían de la invasión japonesa.
EE.UU. podría ayudar a evitar una crisis humanitaria todavía mayor en Siria garantizando el status TPS a todos los sirios pacíficos que lleguen a EE.UU. Es importante notar que el TPS no es una “green card” y no puede derivar en la ciudadanía. Además, cualquier criminal de guerra o individuo afiliado con alguna actividad terrorista estaría excluido. El status TPS podría ser un salvavidas para los sirios y podría hacerse simplemente cambiando unas cuantas palabras en la ley de inmigración de EE.UU.
Esto suena simple, pero seguramente habrán preguntas acerca de las consecuencias de tal medida. ¿Cómo les irá a los sirios una vez que estén en EE.UU.? La respuesta: muy bien.
Los refugiados sirios no serían una carga para el Estado de Bienestar, dado que solo tendrían acceso a la educación pública para sus niños y a la asistencia médica de emergencia. De hecho, probablemente encontrarían trabajo, que es el mejor método de integrarse cultural y económicamente. De acuerdo a un reporte del gobierno en 2010, 58 por ciento de los refugiados adultos estaban empleados —una tasa más alta que aquella para la población nacida en EE.UU. En Suecia, en cambio, solamente 30 por ciento de todos los inmigrantes estaban trabajando incluso después de que habían estado en el país varios años.
Los sirios en particular han demostrado ser exitosos en EE.UU. Los estadounidenses de origen sirio tienen un ingreso promedio de $56.000 y 66 por ciento de los adultos sirios forman parte de la fuerza laboral —una tasa más alta que aquella de 63 por ciento para los estadounidenses nacidos en EE.UU.
Permitir que los sirios obtengan el estatus TPS luego de llegar a EE.UU. es una manera barata y efectiva mediante la cual el Congreso puede limitar la escala del desastre humanitario en Siria. El interés del presidente Obama y del Congreso en Siria probablemente durará poco y estará enfocado principalmente en las armas de destrucción masiva, pero la violencia no. El TPS ya está logrando proteger a algunos sirios. Es hora de que el Congreso permita que el estatus TPS salve más vidas.
Este artículo fue publicado originalmente en The Huffington Post (EE.UU.) el 16 de septiembre de 2013.