Sebastián Scheimberg analiza la situación de crisis energética que vive nuestro país y condena los anuncios que solo acentúan el modelo intervencionista.
La tropicalización del clima en nuestro país, sumado a la falta de inversión en infraestructura, ha convertido al almanaque en un cuadro decorativo de una prisión de alto riesgo. Con más o menos confort, todos los ciudadanos esperamos confiados que el fin del verano pueda traer algo de alivio a una coyuntura energética extremadamente frágil. Sin embargo, mientras no haya signos de cambio en la política energética, es probable que el verano que viene estemos peor aún. Mientras tanto, los técnicos de CAMMESA no están preocupados tanto en cómo llegar al final del verano sino en cómo pasar un invierno que puede (estadísticamente hablando) ser muy duro, con casi nula incorporación de potencia adicional de generación.
Mientras ciudadanos y técnicos piensan estas cosas, el ministro del área energética y los funcionarios del gobierno nacional siguen sin asumir responsabilidades (ni siquiera con un acto de presencia en las regiones conflictivas). Mientras critican a opositores y analistas que preanunciaron este escenario, disponen medidas y anuncios que no son más que reiteraciones de acciones ya ejecutadas u obviedades de un mercado cuyas estadísticas disimulan y ocultan (como han hecho y siguen haciendo con la inflación). Así, en términos cinematográficos el relato ha dejado de ser de ciencia ficción para pasar a ser una parodia al estilo de Alex de la Iglesia.
Recientemente, por ejemplo, se anunciaron sanciones por falta de inversión a las distribuidoras, cuyas tarifas llevan más de una década de congelamiento, así como la apropiación del Fondo de Inversiones por parte del Estado. Recordemos que las distribuidoras recurren al Tesoro Nacional para pagar parte de la energía que entregan a los usuarios y hasta la retribución a su personal. De imponérsele multas éstas terminarán siendo pagadas por la misma fuente; es decir por ingresos financiados a través del sistema de impuestos generales. Al final del día, entonces, de haber un incremento del Impuesto a los Bienes Personales este sería algo así como un paliativo para compensar a los usuarios por los cortes de servicio eléctrico… una solución de antología.
La falta de memoria parece ser la regla. Así fue que se inauguró tres veces una central atómica que aún no se concluyó: lleva dos años de retraso y seguramente se inaugurará recién en 2015. Así, también, el Jefe de Gabinete acaba de anunciar (Resolución 3/2014) que se quitarán a las distribuidoras el manejo del fondo que, según Resolución 347/2012, recaudan las empresas pero que ya administraba la Nación (junto con los intendentes del conurbano). Es decir, les van a sacar lo que no tienen. Seguramente se procederá además a incrementar la participación de este fondo dentro de la factura energética, que irá creciendo con la devaluación de la moneda, sin que de ese plus lleguen recursos adicionales a las empresas. (Recordemos que el país necesita importar mucho gas natural, gasoil y fueloil para generar electricidad y cuanto más se devalúa más aumenta la cuenta energética). Así, mientras más intervienen más problemas tenemos y más intentan convencernos de que lo que el país necesita es más intervención.
Otro anuncio novedoso, que se contrapone totalmente con la política para el sector eléctrico, es el supuesto regreso de las importaciones de crudo. En realidad, en 2012 se importaron más de 130 millones de dólares de petróleo crudo, y ese monto se duplicó en 2013. Lo que vuelve es el subsidio al refinador de petróleo que lo importa, y que se suma al inmenso volumen de combustible desgravado que tienen algunas empresas, como YPF, a las que la medida les ha mejorado notablemente su flujo de caja. La administración de este recurso nos remonta a la “mesa de crudos” de finales de la década de 1980 (otra época de crisis energética), en que el Estado pagaba caro el petróleo a los contratistas y vendía barato a los refinadores.
En definitiva, la política energética sigue debatiéndose entre acentuar el modelo intervencionista y generar incentivos ad-hoc pero sin siquiera una planificación racional y consistente, y seguir subvencionando a YPF y otras empresas con dineros públicos. El resultado lleva al peor de los escenarios: baja inversión y aumento de subsidios. Mientras tanto, los ciudadanos imploramos que no se nos corte la luz ni nos sigan "compensando" con más impuestos o nuevos anuncios vacíos de contenido. Y, sobre todo, rezando que la película de Alex no termine con un final en que la “puja distributiva” destruya la comunidad de actores y espectadores.