El anuncio del bloque integrado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, denominado BRICS, respecto de la incorporación de la Argentina en calidad de Estado asociado, motivó una serie de divergencias en el escenario político nacional sobre las implicancias que la adición tendría. Mientras el oficialismo celebró haber llegado al anuncio tras largas negociaciones; la oposición, tanto la de La Libertad Avanza (LLA) en la figura de Javier Milei cuanto de Juntos por el Cambio (JxC) en la Patricia Bullrich, criticaron aunque por razones levemente distintas.
Milei insiste en avanzar a una asociación estratégica con Estados Unidos e Israel y Bullrich afirmó que Argentina no puede aliarse a países como la teocracia de Irán o la dictadura rusa.
Si bien los argumentos de los dirigentes de la oposición son atendibles, ambas incurren en errores interesantes de mencionar. En ambos casos, además, podemos comparar situaciones históricas que pueden brindar la idea sobre lo erróneo que podrían ser sus argumentos.
Milei pretende revitalizar el modelo que se conoce como Generación del 80 que permitió a la Argentina ser uno de los países más ricos del mundo a principios del siglo XX. Período iniciado por Julio Argentino Roca en 1880 y que finalizaría en 1916 con el ascenso de Hipólito Yrigoyen tras su triunfo en las primeras elecciones presidenciales con la Ley de Voto Secreto, Universal y Obligatorio, esta etapa se caracterizó por ser la de mayor vínculo con una potencia hegemónica: el Reino Unido de la Gran Bretaña, que compraba productos primarios a la Argentina mientras invertía en ferrocarriles y constituía el principal socio comercial. A tal punto fue esa vinculación que, luego de la Conferencia de Ottawa de 1932 por la cual Gran Bretaña empezaría a abastecerse de los productos primarios de sus antiguas colonias, el entonces vicepresidente Julio Argentino Roca hijo (h.), firma el Pacto que pasó a la historia como Pacto Roca – Runciman, el cual reafirmaba la condición de colonia británica por su profunda historia, tal como lo dijo el propio vástago del general emblemático de la Generación del 80.
Milei, en pleno siglo XXI, afirma que, de ser electo presidente, buscará una asociación estratégica con los Estados Unidos e Israel. El problema de dicha asociación es que, en el contexto actual, asociarse únicamente a un país o un bloque específico carece de realismo. El tablero geopolítico mundial tiende a la conformación de múltiples polos de poder sin que ello implique una asociación exclusiva con uno u otro. Negar la importancia de la Unión Europea o de BRICS para privilegiar una relación carnal (al decir del canciller de Carlos Menem, Guido Di Tella), con Estados Unidos e Israel, es un tanto anacrónico.
En el caso de Bullrich, que si bien no propone una alianza estratégica con un bloque de poder como sí lo hace Milei, también se manifestó en contra de la incorporación de la Argentina a BRICS y adelantó que, de ser electa presidente, impulsará la salida de dicho bloque; sostuvo que el país no puede asociarse con Rusia, que ha llevado adelante una política agresiva y expansionista y sostiene una guerra tras invadir Ucrania; ni con Irán, cuyo régimen teocrático está acusado de haber sido parte de los artífices de los atentados contra la Embajada de Israel en 1992 y la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) en 1994.
Pese a los argumentos utilizados, no podemos dejar de mencionar situaciones que han ocurrido en la historia. Tras finalizada la Segunda Guerra Mundial en 1945 y en los albores de la Guerra Fría, en 1949 toma el poder en China Mao Tse Tung, quien sume al lejano país oriental en un régimen comunista, cuya prevalencia –en lo político sobre todo- se mantiene incólume. El famoso principio que reza que “no importa si el gato es blanco o negro, sino que cace ratones”, que utilizaría Den Xiaoping para justificar el giro aperturista en lo económico que caracterizaría a China, data de mediados y finales de los años 70. Pero a fines de febrero de 1972 se había producido un acontecimiento histórico: el entonces presidente de los Estados Unidos, el republicano Richard Nixon visita la República Popular China, todavía regida bajo la rígida égida de Mao. La influencia ejercida por el consejero de Seguridad Nacional y secretario de Estado de la Casa Blanca, Henry Kissinger, que había visitado secretamente China un año antes en el marco de un viaje que, oficialmente, había sido a Pakistán, posibilitó dicho acercamiento entre ambas naciones.
Amén de los puntos esbozados, también las razones meramente económicas y financieras de la incorporación de Argentina al BRICS –que deberá ser ratificada oportunamente por el Congreso de la Nación- son importantes a considerar. El bloque representa el 37% del Producto Interno Bruto mundial, el 46% de la población global y posee un Banco de Desarrollo que preside actualmente la ex presidente de Brasil, destituida por juicio político, Dilma Rousseff. Pese a que sirve de plataforma para la expansión de los intereses de China, tampoco deja de ser un espacio multinacional que representa un gran potencial para los países que pretendan incorporarse o lo ratifiquen a partir de 2024, tal como sucede con la Argentina.
Es notorio que no haya más que una mirada dicotómica respecto de lo que la incorporación de Argentina al BRICS implica. En tiempos en que el mundo ya no es unipolar y los ejes de poder son diversos, Argentina, en tanto economía emergente y parte de una periferia, no está en condiciones de asociarse estratégica y exclusivamente a uno solo de los bloques. Romper vínculos con Estados Unidos y la Unión Europea es una quimera dada la importancia que estos tienen en el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la pertenencia de Argentina al sistema de Bretton Woods. Pero desconocer el resto de los polos de poder es minimizar la importancia de poder comerciar y fortalecer vínculos con prácticamente la mitad de la población mundial que está agrupada en el BRICS.