Alberto y Cristina Fernández, tras cuatro años de mandato, se han ido. Asumieron este domingo 10 de diciembre Javier Milei y Victoria Villarruel como presidente y vicepresidente tras haber triunfado en la segunda vuelta del 19 de noviembre. Esperanzas renovadas y bríos que trae el nuevo aire de un gobierno que, seguramente, tendrá un período de gracia en gran parte como consecuencia del discurso de ajuste de la política, pero atado a la obtención de resultados, sin permitir la mínima desviación que refleje que se abandona la retórica anti-casta.
El triunfo de Milei estuvo dado en gran medida por el divorcio que la política tuvo de la sociedad durante los últimos años. Una economía en estanflación y un deterioro cada vez más marcado en la calidad de vida de los argentinos, en paralelo a una dirigencia política que sigue gastando sin ton ni son y con un discurso que alaba el Estado elefantiásico en función de épicas cada vez más alejadas de las preocupaciones del ciudadano de a pie, promovieron la figura de Milei, que precisamente atacó con virulencia y fastidio evidente dichas épicas. La identificación con el economista que se referencia en la escuela austríaca de economía y el libertarianismo se constituyó en un fenómeno que derivó en la etapa que empezamos a vivir a partir de este 2023, cuando el triunfo en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) lo consagraron a la categoría de revelación del año.
Como ha dicho en varias ocasiones, Milei es el primer presidente que triunfa proponiendo un ajuste y lo hace sabiendo que quienes han ofrecido el oro y el moro sólo trajeron más pobreza e indigencia y precariedad. Incluso vaticinó que el ciclo de estancamiento e inflación se mantendrá durante los primeros dos años de mandato. Sólo que, esta vez, la dura travesía de 24 meses en el desierto augura la tierra prometida con algunos signos de bienestar.
Podría compararse que Milei puede verse reflejado en tres espejos alternativos de la historia reciente de la Argentina: el de Carlos Menem, el de Fernando de la Rúa o el de Mauricio Macri. Es sabido que el nuevo mandatario se siente a gusto con el primero y con el último, aunque con el segundo podría esbozarse que el linaje intelectual del radical le es mucho más propicio que el de Alfonsín. De la Rúa, en tanto miembro de la Línea Nacional de Ricardo Balbín, se erige en un continuismo de Marcelo Torcuato de Alvear y su antipersonalismo tan reñido con el vituperado Hipólito Yrigoyen, causa de los males del populismo radical a decir de Milei. Menem, al asumir anticipadamente en 1989, debió afrontar un escenario de hiperinflación y caos social heredado de Raúl Alfonsín. Empresas estatales deficitarias que provocaban el agrandamiento del agujero fiscal en el que se encontraban sumidas las cuentas públicas de los años ochenta, serían marcadas como algunos de los objetivos de Menem al asumir. Tras casi dos años de hiperinflación, déficit fiscal, deterioro de las condiciones generales de vida y fracaso de planes económicos, logró estabilizar la situación del país de la mano de Domingo Cavallo y su convertibilidad del peso con el dólar estadounidense, dando paso a un período de bienestar para una porción de la población con salarios en blanco pero una profundización de la carestía para quienes no formaban parte de la economía en blanco o pertenecían a sectores de la economía que habían caído bajo el auge privatizador. El aumento sideral de la deuda externa y la falta de competitividad de la economía argentina se combinaron de manera tal de generar una bomba de tiempo tras la devaluación del real brasileño en 1997, que terminaría explotando a fines de 2001 con la renuncia del radical, que no había sabido/querido/podido desactivarla. Macri, por su parte, si bien también recibió una serie de factores que combinaron una bomba de tiempo, no pudo desactivarla pero sí mantenerla bajo respiración artificial, gracias en parte al respaldo del Fondo Monetario Internacional (FMI) que le permitió afrontar el déficit que heredó del kirchnerismo, pero con crecientes niveles de inflación y deterioro de las mediciones de pobreza e indigencia. Macri pudo terminar su mandato presidencial pero no pudo retomar el sendero de crecimiento y estabilidad que había prometido en 2015.
Milei puede ser Menem, De la Rúa o Macri. Del juego de alianzas que logre tejer, de la capacidad de negociación con sindicatos para obtener su beneplácito para el ajuste que lleve adelante, del respaldo externo que consiga para inyectar de fondos frescos que compensen el ajuste; dependerá quién termine siendo en los próximos años.