| 26 de febrero

Poniendo estaba YPF

Cuando un país acuerda con sus acreedores el pago de deudas pendientes, es siempre buena noticia. Lo malo es que se haya aplaudido de pie la cesación de pagos. Entre un momento y otro, lo más evidente que hay que evaluar es el costo y beneficio de ambas acciones, y la habilidad de negociación a la hora del acuerdo final. Sin embargo, si de pensar en estrategias conducentes a nivel nacional se trata, lo aconsejable es evaluar cursos de acción alternativos en el instante de máxima exaltación y ape

Sebastian Scheimberg, Coordinador de Energía de Fundación Pensar, reflexiona sobre el acuerdo entre Repsol-YPF
Cuando un país acuerda con sus acreedores el pago de deudas pendientes, es siempre buena noticia. Lo malo es que se haya aplaudido de pie la cesación de pagos. Entre un momento y otro, lo más evidente que hay que evaluar es el costo y beneficio de ambas acciones, y la habilidad de negociación a la hora del acuerdo final. Sin embargo, si de pensar en estrategias conducentes a nivel nacional se trata, lo aconsejable es evaluar cursos de acción alternativos en el instante de máxima exaltación y apelación nacionalista, en función de una mirada de largo plazo. En el caso de la deuda, está claro que a medida que esta se vuelve insostenible, más que del deudor, el problema pasa a ser del acreedor.
Así como muchos aplaudieron de pie en el Congreso de la Nación el default declarado en el breve mandato de Rodríguez Saá, otros hicieron lo propio cuando se convocó al voto a favor de la expropiación de Repsol. 
Las formas son para escribir un capítulo aparte, pero forman parte de la liturgia nacionalista. Los partidarios del progreso del país (¿progresistas?) no apoyamos ni el default ni la expropiación, sobre todo en los términos planteados.
Hoy el país ha llegado a un acuerdo con Repsol por el porcentaje expropiado. La cifra parece conveniente para la Argentina, así como lo fue en su momento el canje de la deuda. Claramente los u$s 5000 millones implican un descuento sobre lo que parecía ser un precio justo para los españoles, pero ciertamente una cifra muy superior a lo que había anunciado que pagaría el Gobierno Nacional, cuyos cálculos indicaban que Repsol debería incluso resarcir los pasivos ambientales existentes.
Si pretendemos mantener una línea de coherencia, no podemos sino celebrar la concreción de este acuerdo, así como tampoco podemos dejar de reconocer que dos años de deterioro de la actividad petrolera ha tenido un costo bastante superior a lo desembolsado, no sólo en el propio sector sino a nivel de toda la economía, ya que la expropiación elevó considerablemente la percepción del riesgo del país, y con ello la tasa de rentabilidad que el sector privado asignó a los proyectos de inversión en Argentina. Como consecuencia se redujo la inversión física y la generación de empleo genuino en los últimos 24 meses.
Posiblemente los detractores de la expropiación exhiban el desempeño de YPF en 2013 como un logro de la gestión, a partir de un incremento de la producción de gas y petróleo. Sin embargo, desde nuestro punto de vista, el indicador relevante es la evolución del sector en su conjunto, que ha intensificado la caída: -2% en petróleo y (mucho más preocupante) -5,5% en gas natural. Podrá argumentarse que la nueva YPF es eficiente y por eso se diferencia del resto. Falso. YPF se destaca pues consigue condiciones que el resto de las firmas no consigue, tanto en relación a precios diferenciales (que no son más que subsidios adicionales) como en la obtención de permisos de importación de equipos e insumos, y condiciones de financiamiento con fondos públicos, que el resto de las firmas tampoco consigue.
En este contexto la reciente noticia de venta de la firma Apache a YPF, una mala señal para la industria, no es más que el reflejo de las restricciones que enfrenta el sector privado para invertir y el grado de discresionalidad dominante, más allá de que hoy por hoy el Presidente de la compañía nacionalizada es por lejos el funcionario más sensato de la gestión energética nacional.
Comparando lo que se ha hecho con lo que se hubiese podido hacer, empezando por reconocer todo lo malo de este modelo populista que nos ha llevado a la escasez, la dependencia energética externa y los cortes de servicio, está muy claro que de haber existido algún tipo de incumplimiento contractual de parte de la firma Repsol, la ley vigente contemplaba la posibilidad de reversión de áreas en función de un monitoreo de parte de la autoridad de contralor. Esta actividad, tanto como la de planificación estatal sigue siendo una de las grandes debilidades de una gestión que lleva el record histórico de permanencia, así como el de pérdida de reservas y producción de gas y petróleo en los 100 años de rica historia petrolera de nuestro país.
En definitiva, tanta bravuconada, en contraposición de inteligencia, ha llevado a la Argentina a canjear largo por corto plazo. Y al final del día, tras una evidente pérdida de bienestar para el conjunto de la sociedad, como reza la sabiduría popular, poniendo estaba la gansa.
 
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