Muchas de las históricas edificaciones de la ciudad italiana de Nápoles están en un estado de deterioro a punto del derrumbe.
Millones de euros han sido prometidos para renovarlas pero ¿será suficiente para rescatar el corazón de la ciudad y recuperar su pasado?
Lo primero que uno ve es una calavera humana, brillando en el sol, con dos huesos cruzados en la base. Está labrada en piedra.
Aun así, no es lo que uno espera encontrar en la fachada de una iglesia.
Hongo verde y baboso
La iglesia es una gran edificación con muro de ladrillo rojo, pero atravesado con una gruesa mancha verde por todo el centro.
El hongo verde y baboso se alimentaba de alguna tubería goteante dentro de los ladrillos. A lo largo del techo, florecía la vegetación; gruesos bultos de césped, apuntando hacia el cielo.
Ese aire de abandono y decadencia estaba acentuado por una pila de escombros. Tal vez alguna estructura de la fachada que se había caído, despedazándose sobre los adoquines.
La calavera y los huesos sobre la entrada son un símbolo de siglos pasados, pues esta iglesia también era un cementerio.
Debajo de sus muros en el suelo sagrado, habría bóvedas con pilas de huesos humanos almacenados.
Entrar y explorar ese espacio sería espeluznantemente fascinante y debería estar atrayendo visitantes. Pero no es posible hacerlo. Las puertas azules están con cerrojo y probablemente no han sido abiertas en años.
Historia antigua
Eso frustra amargamente al hombre que me ha estado guiando por los callejones de Nápoles. Gabriele Casillo nació y creció en el centro de la ciudad y, con razón, se siente orgulloso de su historia.
Es uno de los más antiguos lugares continuamente habitados de la Tierra. En sus piedras hay rastros de los griegos que llegaron siglos antes de la era cristiana. También de los romanos, bizantinos, normandos y españoles que vinieron y se fueron.
Según Casillo, no se está haciendo lo suficiente para preservar y promover el extraordinario legado de la ciudad. El triste estado de la iglesia de ladrillo con la calavera es ejemplo de esto.
Me mostró otras tres o cuatro iglesias que parecían igualmente abandonadas. Una de ellas había sido incendiada y ahora yacía escondida detrás de una hilera de inmensos contenedores de basura.
Observé a una mujer de mediana edad hacer un alto en la calle y, mientras fumaba lentamente un cigarrillo, su mirada penetraba las profundidades oscuras de la iglesia en ruinas intentando, tal vez, de captar un vistazo de su espléndido pasado.
Naturalmente que Casillo sostuvo que nada de esto era suficientemente bueno para ser declarado Patrimonio Mundial de la UNESCO. Él representa un grupo de activistas que buscan cambiar la situación pero no cree que haya muchos escuchando.
Millones de euros
El alcalde de Nápoles con seguridad piensa lo contrario. Acaba de anunciar planes para invertir 100 millones de euros en proyectos para resaltar el centro histórico.
A pesar del pesimismo de aquellos que se preocupan, Nápoles tiene mucho que ofrecer que es magnífico. No hablo solo de sus grandiosos y monumentales edificios y museos.
Entré en una de las innumerables iglesias de menor fama, un enorme sito que ha sido testigo de 400 años de oración. Las columnas se extendían hacia una bóveda pintada con un grupo de ángeles que parecían montados en una nube que atravesaba los cielos.
Por la cúpula entraban rayos de luz solar que inundaban el altar, la reluciente cruz dorada y los bancos del frente. Una figura solitaria, en un abrigo oscuro, estaba sentada inmóvil.
La iglesia formaba parte de un complejo monástico. Durante generaciones, los monjes habrían vivido, rezado y trabajado en el patio enclaustrado. Luego se convirtió en una fábrica textil.
Produjo uniformes para la real guardia de los reyes borbones de España, que una vez dominaron Nápoles. En épocas más modernas, el edifico fue sede de una gama de pequeños negocios menos distinguidos.
Uno de esos demolió uno de los pilares solo para que se pudiera estacionar una camioneta en el patio. Sin embargo, el monasterio está siendo restaurado.
Un grupo de artistas lo está transformando en un centro cultural y artesanal. Cuando trabajaban, un pedazo de yeso se desprendió del muro y, de repente, reveló una imagen.
Mostró una figura de blanco a caballo, liderando soldados en armadura Todos avanzaban hacia una mujer solitaria.
Se supone que el jinete es un pagano emperador romano y la mujer, santa Catalina. Dice la leyenda que fue sacrificada, martirizada, por rehusar casarse con el emperador, prefiriendo dedicar su vida a Cristo.
Los que restauran los claustros esperan que, a medida que remuevan las capas de yeso, se revelarán más de estas obras de arte del renacimiento a lo largo del patio.
Esto es apenas un pequeño ejemplo de la riqueza que yace en las entrañas del histórico corazón de Nápoles.
Alan Johnston
BBC