Tener más de un veinticinco por ciento de indecisos, tal como lo afirman diversas encuestas en Tierra del Fuego, es un dato singular que no puede ser ignorado. Candidatos que ya lo fueron en 2015 como Federico Sciurano, a un puñado de votos de ser electo gobernador de no haber sufrido las inclemencias del invierno probablemente más crudo en las últimas dos décadas y una dificultad manifiesta para que los recursos municipales se vuelquen a algo tan elemental como la limpieza de las calles; diputa
Tener más de un veinticinco por ciento de indecisos, tal como lo afirman diversas encuestas en Tierra del Fuego, es un dato singular que no puede ser ignorado. Candidatos que ya lo fueron en 2015 como Federico Sciurano, a un puñado de votos de ser electo gobernador de no haber sufrido las inclemencias del invierno probablemente más crudo en las últimas dos décadas y una dificultad manifiesta para que los recursos municipales se vuelquen a algo tan elemental como la limpieza de las calles; diputados que buscan la reelección con un discurso que esquiva las responsabilidades del presente y las falencias del pasado, como Oscar Martínez y Martín Pérez con Fabiana Ríos, quienes parecen ser de una generación espontánea; rejuntes de procedencia más mediática, como Federico Rauch junto a Unión de Gremios añorando la lucha sindical de 2016; un candidato que busca colgarse de la canilla de recursos sin permitir dirimir internamente proyectos, rayando la cuasi proscripción con estratagemas de dudosa legitimidad, como Hector Stefani, quien pretendió mostrar una imagen de consenso y unidad saliéndole el tiro por la culata; y una concejal de Río Grande como Laura Colazo que no termina de cumplir el mandato para el que fue electa que ya aspira a lograr otra banca en clara señal de ambición sin límites con tal de obtener una pizca más de poder. Podemos referirnos también a Fernando Germani, del Partido Obrero, quien parece más preocupado por los despidos de Buenos Aires cuando tiene despidos en las fábricas de Río Grande.
Estas Primarias, Abiertas y Obligatorias, con vistas a los comicios de renovación parlamentaria de octubre, están siendo sinónimo de desmovilización y desinterés a punto tal que nuevamente afloran las iniciativas para eliminarlas del calendario electoral. Probablemente la cultura de los partidos políticos y, sobre todo, de las cúpulas dirigentes, tan escasamente proclives a aceptar de buena gana los disensos y las internas como parte del juego mismo de la democracia. Prueba irrefutable de ello es que ningún partido ni frente, en efecto, recurre a las elecciones de este domingo para dirimir sus candidatos internos: todos han optado por listas de unidad o, a lo sumo, por terminar casi proscribiendo mediante estratagemas de dudosa legitimidad listas alternativas que se erigían como opciones frente al electorado. Así, la imagen de unidad y consenso que se muestra no es tal. Las PASO del 13 de agosto serán una gran encuesta para medir fuerzas, afinar el lápiz del discurso a partir de la reacción del vecino de a pie y eliminar listas que no alcancen el 1,5 por ciento establecido por ley.