La Isla de los Estados mide unos 540 km2 -casi tres veces la superficie de la Ciudad de Buenos Aires- y está separada de la Isla Grande de Tierra del Fuego por el estrecho de Le Maire, a 24 kilómetros de distancia. El clima es frío, húmedo y se caracteriza por sus fuertes vientos. La mayor parte del terreno es boscoso, pero hacia las costas crecen los pastizales típicos de las islas subantárticas. Este peculiar paisaje da lugar a una fauna igualmente particular: dominada por aves y mamíferos marinos, carece, sin embargo, de mamíferos terrestres, a excepción del ratón de los guindales -única especie nativa de este grupo-, cabras, ciervos y ratas -todas especies introducidas por seres humanos.
Isla de los Estados es de difícil acceso y además no está habitada por humanos, por lo cual el paisaje y sus ecosistemas no han sido perturbados a gran escala pero, como contracara, se contaba con muy poca información acerca de los que allí ocurre, cómo se desarrollan las interacciones entre especies -incluyendo nativas, exóticas y humanos- y qué cambios se han ido sucediendo a lo largo del tiempo. Este conocimiento es fundamental para la toma de decisiones en torno a la conservación de especies -muchas de ellas endémicas, es decir, exclusivas de esta región- y producir dicho saber es una de las tareas que se llevan a cabo hace 25 años desde el Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC, CONICET).
Carancho austral, cabras y ciervos
El carancho austral (Phalcoboenus australis) es un ave rapaz que sólo se encuentra en islas del sur de Argentina y Chile, con sus principales poblaciones en Islas Malvinas e Isla de los Estados. “Si bien el estado de conservación de la especie a nivel global es casi amenazada -o sea que se sospecha que existen amenazas pero aún no se cuenta con la información necesaria que lo compruebe-, si se analiza cada isla por separado este riesgo aumenta y se considera que está en peligro de extinción. Debido al reducido número de individuos y a la fragilidad de los ecosistemas a los que se asocia, no sería improbable que los caranchos australes desaparezcan de alguno de estos lugares, como, de hecho, ya ocurrió en ciertas islas de Malvinas”, explica Ulises Balza, becario doctoral del CONICET en el CADIC.
Esta especie quedó aislada durante las últimas glaciaciones en islas mayormente desprovistas de árboles, y hace sus nidos en el suelo, en el pastizal. Además, un recurso muy abundante con el que se encontró en esas islas fueron las colonias de aves marinas: concentraciones gigantescas que durante el verano producen una gran cantidad de huevos y pichones, que se convierten en su sustento. En Isla de los Estados, durante la época reproductiva, que va de septiembre a febrero cada año, cerca de 250 mil aves marinas -como pingüinos penacho amarillo y, en menor medida, cormoranes- inundan las costas y sirven de generosa fuente de alimento.
Sin embargo, durante la época no reproductiva, las aves marinas desarrollan su vida en el mar, por lo que las colonias quedan completamente vacías. “Una de las preguntas que surge en relación a esta especie tan poco conocida, entonces, es cómo logran subsistir los caranchos el resto del año. Justamente, responder este interrogante es uno de los objetivos de la investigación que llevamos a cabo desde el laboratorio”, comenta Balza. “Dado que los caranchos australes son carroñeros, pensábamos que, durante este período podrían alimentarse de ciervos y cabras. No obstante, nuestro trabajo demuestra que esto no ocurre con frecuencia”, continúa.
En el trabajo recientemente publicado en Ecology and Evolution, el grupo del CADIC, integrado por Balza y dirigido por Andrea Raya Rey -investigadora del CONICET en el CADIC-, analizó cómo varían los individuos de carancho austral en sus hábitos alimenticios, en función de la época del año, de la edad y el estado reproductivo. “Durante el verano todos los individuos son -tróficamente hablando- muy parecidos, alimentándose de pocos tipos de presa, los productos de las aves marinas. Pero incluso en esa época hay diferencias entre algunos tipos de individuos: los adultos reproductivos y los pichones están más asociados a los productos de la colonia que los individuos no reproductivos. Si bien estas aves también se ven atraídas hacia los alimentos que produce la colonia de pingüinos, como no tienen obligaciones con ningún nido, se mueven mucho más y entonces son más diferentes entre sí”, explica el becario.
Durante el invierno, en ausencia de aves marinas, los hábitos alimenticios de los caranchos se diversifican aún más y, hasta este trabajo, no se conocía cuál era la importancia de la carroña de animales exóticos en su supervivencia.
El peligro de las especies exóticas
En Isla de los Estados sólo existe una especie nativa de mamífero terrestre, un pequeño roedor conocido como ratón de los guindales. No obstante, en las diferentes expediciones e intentos de poblar este lugar, se introdujeron, entre otras especies, dos grandes herbívoros exóticos: la cabra doméstica y el ciervo colorado.
Si bien no se contaba con investigaciones sistemáticas acerca de la cantidad de estos animales en la actualidad ni del impacto ecológico de su presencia, desde hace tres años, Amira Salom -becaria del CONICET en el CADIC y miembro del mismo grupo de investigación- viene estudiando esta temática, como parte de su tesis de doctorado. Estos y otros trabajos previos del equipo muestran que “la presión de pastoreo ejercida por estas especies exóticas, aparentemente, ha restringido la disponibilidad de sitios para anidar para los caranchos y encontramos algunas sub-colonias de pingüinos que no tienen nidos de caranchos asociados”, asegura Balza.
Sin embargo, existía la presunción de que pudiera haberse dado una relación benéfica en términos alimenticios. “Las especies invasoras normalmente se destacan por sus efectos adversos sobre las nativas o los ecosistemas en general y las islas son particularmente vulnerables a sus efectos. No obstante, con frecuencia las exóticas se incorporan a las redes tróficas, y no siempre con efectos negativos para las poblaciones nativas. Por ejemplo, en época no reproductiva, los ciervos y las cabras, en forma de carroña, podrían ser importantes para la supervivencia de los caranchos. Si eso fuera así, su erradicación no necesariamente sería positiva”, comenta el becario.
Por el contrario, la investigación demostró que aún cuando la colonia no está disponible “las aves carroñeras de la isla ciertamente se alimentan de ciervos y cabras que han muerto; pero sólo el 5 por ciento de la dieta de los caranchos estimada en invierno provino de esa fuente, por lo que no sería un subsidio importante para su supervivencia”, describe Balza. “En cambio se alimentan de una gran variedad de presas dentro de la red trófica marina. ¿Qué puede ser? Animales muertos que trae la marea, mejillones y otros moluscos en marea baja y, sobre todo, excrementos de lobos marinos que descansan en tierra incluso durante el invierno”, agrega.
“Nuestros resultados sugieren que los caranchos poseen un nicho trófico asociado a las restricciones de movilidad -definidas por su rol en relación a la supervivencia de los pichones- y a la abundancia de aves marinas dada por las variaciones estacionales. Además, encontramos que el nivel de especialización en su alimentación varía con la disponibilidad de aves marinas y el estatus de los individuos. Finalmente, pudimos concluir que dado que la carroña de cabras y ciervos no es una fuente importante de alimento para los caranchos, prevalecen los efectos negativos de la interacción, que se materializa en una disminución en la calidad del pastizal costero y, por lo tanto, en la disponibilidad de sitios para nidificar en el verano”, concluye Balza.
Por Mariela López Cordero – CADIC , CONICET
Referencia bibliográfica:
Balza, U. et al. The dynamic trophic niche of an island bird of prey. Ecology and Evolution (2020). https://doi.org/10.1002/ece3.6856
Sobre investigación
Ulises Balza, CADIC – CONICET
Nicolás A. Lois, UBA. IEGE – CONICET
Michael J. Polito, Louisiana State University, USA.
Klemens Pütz, Antarctic Research Trust, Alemania.
Amira Salom, CADIC – CONICET. Universidad de Buenos Aires
Andrea Raya Rey, CADIC – CONICET. ICPA – UNTdF. Wildlife Conservation Society