| 21 de noviembre

Chile a través de las casas de Pablo Neruda

"Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido", escribió una vez el poeta chileno Pablo Neruda. Y explorando Isla Negra, en Valparaíso, donde el escritor tenía su casa con vistas al Pacífico, pude comprobar que éstas no son sólo palabras escritas en un papel.

David Seminara
BBC Travel
"Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido", escribió una vez el poeta chileno Pablo Neruda. Y explorando Isla Negra, en Valparaíso, donde el escritor tenía su casa con vistas al Pacífico, pude comprobar que éstas no son sólo palabras escritas en un papel.
Neruda nunca olvidó a sus amigos.
Cuando personas cercanas a él morían, tallaba sus nombres en las vigas del techo del bar de su casa en Isla Negra, para poder seguir bebiendo con ellas.
Las marcas siguen allí, 17 nombres en total, 40 años después de la muerte del poeta.
Resulta fácil imaginar las etílicas conversaciones sobre poesía, amor, viajes y política que aquel lugar atestiguó a altas horas de la noche.
Cada año miles de admiradores peregrinan hasta las casas del poeta.
Y en mi reciente viaje a Chile fui uno más en visitar sus tres hogares, con la esperanza de encontrar en ellos capítulos de la historia de Neruda a la espera de ser descubiertos.
La Chascona
En una mañana soleada y luminosa de agosto llegué a la casa de dos pisos de Neruda en Santiago, situada en el bohemio barrio de Bellavista.
A punto de cumplir los 50, el poeta hacía malabares entre dos relaciones amorosas: la que mantenía con su segunda esposa Delia del Carril y su aventura con la cantante y escritora chilena Matilde Urrutia.
Para poder disfrutar de su relación extramarital con total discreción, Neruda y Urrutia construyeron este nido de amor.
Urrutia vivió sola en esta casa durante dos años, hasta que en 1955 el poeta dejó a su mujer.
Neruda llamó a la casa La Chascona, que en quechua significa "despeinada", como homenaje a la salvaje melena pelirroja de Urrutia.
De sus espacios pintados de colores brillantes, lo que más me llamó la atención fue el enamoramiento del chileno con el mar, evidenciado en la barra de estilo náutico frente a la entrada, las antiguas brújulas y mapas de las paredes y la estrecha mesa que bien se podría encontrar en una galera.
Aunque la casa también está salpicada de objetos procedentes de sus muchos viajes: figuras de madera tallada de África, una mesa de restaurante de París, muñecas de Polonia y esculturas de la Isla de Pascua.
Y el irónico sentido del humor de Neruda se ve reflejado en otras piezas, como el salero y el pimentero con etiquetas que dicen "morfina" y "marihuana".
La casa ha sido cuidadosamente restaurada y cuesta creer que fue vandalizada tras el golpe militar del 11 de septiembre de 1973.
Neruda era cercano al depuesto presidente socialista Salvador Allende, por no decir un comunista confeso, y el nuevo régimen lo consideraba enemigo del Estado.
Sus libros fueron prohibidos y aquellos que eran sorprendidos con copias de las obras encarcelados.
Tras su muerte, miles de admiradores de Neruda marcharon desafiantes junto a su ataúd por las calles de Santiago, y Urrutia insistió en hacer la recepción del funeral en la destrozada casa.
Quería que el mundo viera lo que el régimen había hecho, dijo.
La Sebastiana
Llegué a Valparaíso antes del amanecer, a esa colorida ciudad portuaria que se derrama sobre 21 colinas.
Sentí que tenía la ciudad para mí.
Neruda adoraba la ciudad y escribió en sus menorias: "Si caminamos todas las escaleras de Valparaíso habremos dado la vuelta al mundo".
De hecho, si caminas desde el puerto al Cerro Florida y de allí a la casa de Neruda, entenderás lo que quiso decir.
El poeta observó que "arriba, por los cerros, florece la miseria a borbotones frenéticos de alquitrán y alegría".
Sin embargo, pude ver también por qué la Unesco declaró Patrimonio de la Humanidad el casco histórico de Valparaíso: por el ambiente de sus plazas, el arte callejero y las casas de vivos colores que cubren cada colina.
La casa la comenzó a erigir el constructor español Sebastián Collado con la intención de pasar allí los últimos años de su vida; sin embargo quedó a medio terminar a causa su muerte.
En 1959 la compró Neruda, cansado de vivir en Santiago, y la llamó La Sebastiana en honor a su dueño inicial.
Quería una morada original, cómoda y barata cuyos vecinos no se vieran ni escucharan. Un lugar lejos de todos, pero bien comunicado.
La búsqueda de la vivienda perfecta debió ser la pesadilla de cualquier agente de bienes y raíces.
Neruda dejó explicado en sus memorias que la amuebló "como una casa de juguete", como un lugar para evocar las memorias de su infancia.
"El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en él", escribió.
Neruda nació en Parral, a unos 340 kilómetros al sur de Santiago, pero pasó sus primeros años en Temuco, un remanso empantanado en el extremo sur de Chile.
El poeta recordaba su niñez con cariño, a pesar de que su madre muriera de tuberculosis cuando él tenía seis años y su padre, un conductor de tren, se opusiera rotundamente a sus aspiraciones literarias.
Por eso, La Sebastiana está decorada con sencillez y atesora algunas de las cosas favoritas del escritor, aquellas que coleccionó a lo largo de los años.
Entre otros objetos, están el cofre en el que guardaba sus whiskys y una vaca de cerámica que utilizaba para servir ponche de ron.
Desde los grandes ventanales de La Sebastiana se puede observar la ciudad y su ajetreado puerto.
También el Pacífico, desde casi todas sus habitaciones.
La cama de Neruda, su escritorio y el sillón, aún manchado de la característica tinta verde que utilizaba, todos están situados de cara al mar.
Y el estudio de la quinta planta revela la ciudad tal como el poeta la describió:
"Valparaíso, tan pequeña como una camiseta desvalida, colgando en tus ventanas harapientas, meciéndose en el viento del océano".
Isla Negra
Si La Sebastiana y La Chascona provocan envidia, más lo hace la Casa de Isla Negra, la casa de Neruda junto al mar.
Neruda compró el terreno y una casa adyaciente de piedra en 1938 tras volver de una serie de misiones diplomáticas en Europa.
Era el lugar perfecto para darse a la "apasionante escritura del nuevo canto".
El poeta se refería a Canto General, su clásico trabajo sobre la histórica de las Americas.
Le llevó siete años reformar el lugar y no escatimó en gastos.
La casa está protegida por una valla hoy adornada con graffitis de los admiradores de Neruda.
Junto a ella se encuentra una locomotora que el poeta, gran amante de los trenes, acarreó hasta el lugar con bueyes y dos jeeps.
Isla Negra fue el hogar favorito del chileno, el lugar en el que escribió sus obras más icónicas.
Y puedo ver por qué.
El salón de estilo náutico parece parte del océano, con sus enormes ventanales, modelos de barcos, bustos y estatuas.
Su personalidad se hace evidente en todo.
Un baño del tamaño de un armario está decorado con fotografías de época de mujeres desnudas.
La vivienda, además, está llena de espadas, botellas, máscaras, pipas, mariposas y otros insectos, conchas marinas.
Para ser comunista, Neruda era un comprador bastante obsesivo.
Por suerte, la mayoría de los objetos que coleccionó han sobrevivido.
Tras el golpe de Estado, los soldados allanaron la casa.
"Busque nomás, capitán", les dijo Neruda.
"Sólo hay una cosa peligrosa para ustedes aquí, la poesía".
Los militares se fueron sin confiscar ni uno de sus preciados objetos.
Cuando murió, fue enterrado primero en el mausoleo de la familia Dittborn, que les había cedido un espacio, y siete meses después fue trasladado a un nicho.
Chile no pudo abrazar oficialmente a su más famoso escritor hasta que se reinstauró la democracia en 1990.
Dos años después sus restos fueron trasladados a Isla Negra, en cumplimiento de los deseos que había expresado en el poema Disposiciones:
Compañeros, enterradme en Isla Negra / frente al mar que conozco, a cada área rugosa /de piedras y de olas que mis ojos perdidos / no volverán a ver
Neruda y Urrutia están enterrados detrás de la casa, en un acantilado sobre el mar.
Sentado sobre un busto del escritor tallado en roca me doy cuenta de que mi idea de Neruda ha cambiado desde que llegué a Chile.
Ya no es sólo un poeta muerto para mí.
Hace décadas, escribió: "Llegó la poesía a buscarme".
Para aquellos que ahora buscan al poeta, gracias a estas extraordinarias casas, su poesía no es la única ventana a su alma.

BBC Mundo 
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