| 24 de marzo

«Con la democracia se come, se cura y se educa»: reflexiones para construir más y mejor democracia

Por Nicolás Giri* y Mario Casabona Guerra** El golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 no fue el resultado sorpresivo de un grupo de trasnochados. Fue el momento cúlmine de medio siglo de empate entre los partidos políticos y las fuerzas armadas, recurriendo los primeros en diferentes momentos a las segundas para imponer una cosmovisión que no contemplaba la coexistencia pacífica de opiniones diferentes.

Por Nicolás Giri* y Mario Casabona Guerra** El golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 no fue el resultado sorpresivo de un grupo de trasnochados. Fue el momento cúlmine de medio siglo de empate entre los partidos políticos y las fuerzas armadas, recurriendo los primeros en diferentes momentos a las segundas para imponer una cosmovisión que no contemplaba la coexistencia pacífica de opiniones diferentes. 
Sin embargo, 1976 también fue el punto más bajo en que cayó la sociedad argentina en medio de una década que tampoco tenía en estima a la democracia como sistema de vida. El accionar de grupos de izquierda, sucedidos por la reacción de grupos de derecha, ponían a la sociedad argentina de rehén en una espiral de violencia que terminó en la aciaga madrugada del 24 de marzo cuando las fuerzas armadas dieron la estocada final para iniciar la noche más oscura. 
Y es que, sin minimizar anteriores dictaduras, la iniciada en 1976 fue la combinación de todos los males: desaparición de personas, apropiación de niños, clausura de las instituciones democráticas con prohibición de partidos y sindicatos; persecución de artistas que eran sometidos a fuertes censuras; un plan económico que buscaba cortar de raíz toda movilidad ascendente que había caracterizado a la sociedad argentina; un programa educativo que exacerbaba los nacionalismos en una región dominada por paranoias de los ejércitos de cada nación; y un largo etcetera que no podríamos alcanzar a describir en su totalidad. 
Sin embargo, no todo fue oscuridad en la larga noche que asoló al país en esos años. La figura señera de Raúl Alfonsin no sólo fue la luz de esperanza con cada habeas corpus presentado: fue la luz al final del túnel que alcanzó la salida el 30 de octubre de 1983 con un triunfo que pregonaba que "con la democracia se come, se cura y se educa". Pero, a no confundirse: la democracia no es la panacea. La democracia es un estilo de vida que llevamos a la práctica cada día, en el trabajo, en la casa, en el espacio público, disintiendo en las opiniones pero defendiendo el derecho a que todos podamos expresarnos, en la escuela, el colegio, el centro de estudiantes, el sindicato, al interior de las Juventudes políticas y de los partidos políticos. 
Alfonsín, en su elaborada obra Democracia y Consenso (que brindaba fundamentos al proyecto de reforma constitucional que había concebido con el Consejo para la Consolidación de la Democracia) sostenía la necesidad de actuar con justicia procedimental. Es que a la democracia de los fines que pregonaban algunos sectores que detentaban el poder en los años noventa, Alfonsín la oponía con la democracia de los medios como elemento legitimador de las políticas públicas y las decisiones. De esta manera, la incorporación al plexo constitucional de los tratados internacionales que garantizaban la pertenencia de nuestro país a un sistema internacional de derecho público que permitiese la plena vigencia de las libertades, los derechos y las garantías, no sólo constituía un resguardo ante eventuales excesos eb que podían incurrir los gobiernos: también representaban el ideal democrático de evitar atropellos como los que habían sufrido las personas que vivían y habían elegido el suelo argentino para cumplir su proyecto de vida. 
Hoy, a 45 años del último golpe de Estado, no sólo debemos reflexionar sobre la importancia de construir la memoria buscando la verdad y persiguiendo la justicia. También nos interpela en este ejercicio cotidiano de construir más y mejor democracia. 
Los desafíos son extensos: los avances han sido numerosos pero resta un largo camino. A este respecto, no podemos evitar hacer mención a aquellas frases que dicen que la democracia no es el acto de ir a votar en un cuarto oscuro cada dos años. Tampoco es que después de una elección quien obtuvo el 51% tiene el 100% y quien obtuvo el 49% representa el 0%. La complejidad de la convivencia entre mayorías y minorías y la conciencia sobre lo efímero de dichas situaciones por parte de quienes se sienten parte de las mismas, es la clave para fortalecer esa democracia que tantos años costó y tanto supimos lograr. 
 
*Es presidente de la Mesa Ejecutiva Nacional de UCR Diversidad 
**Es secretario de la Mesa Ejecutiva Nacional de UCR Diversidad 
 
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