Por Nicolás Giri* Sin lugar a dudas, este último año y medio ha presentado desafíos impensados para toda la comunidad LGBT+. En esta época de tanta incertidumbre, necesitamos recuperar certezas, recuperar horizontes, recuperar norte.
Alguna vez leí que frente a la realidad podemos asumir que ella “es” así, y resignarnos a vivir con sus consecuencias o, por el contrario, podemos asumir que la realidad la hacemos nosotros, que la realidad no “es” así, sino que la realidad “está” así, y que, al ser nosotros los que construimos la realidad, podemos cambiarla.
Esa diferencia, que en el juego de palabras parece menor, es en “la realidad” sustancial y definitoria de nuestras acciones, de nuestras decisiones y, en definitiva, de nuestro futuro.
Como dirigente, militante y activista, por convicción, por conveniencia, por supervivencia, por que sí…. elijo creer que la realidad puede ser cambiada
Y quiero empezar a imaginar ese futuro hoy y recuperar el sentido de utopía, de mística, porque sin ellas corremos el riego de que la política sea solo una profesión más en lugar de ser un compromiso que se siente y vive como vocación, como pasión por hacer lo que haya que hacer y por hacerlo cada vez mejor.
Y por ello vuelve a una y otra vez la frase del Presidente Raúl Alfonsín: “Si la política fuera solo el arte de lo posible, sería el arte de la resignación”. Y contrariamente a lo que he visto y escuchado varias veces de nuestros propios dirigentes, no siento vergüenza ni culpa por reivindicar la política, la política como herramienta de construcción de nuevas realidades, como generadora de contextos para mejorar la sociedad, en un camino de diálogo y respeto. En definitiva, la política como la entendemos desde la Unión Cívica Radical (UCR), y que es como sentimos que debemos hacerle honor a nuestra historia.
Una historia enorme en cuanto a democracia, república, responsabilidad, ampliación de derechos y reivindicación de Derechos Humanos (DDHH). Y desde esa pertenencia reivindicar la política. La política que es convicción, que es pasión, que es entrega a una causa. La política que nos convoca a movernos, a participar, a ser motor de progreso.
Como presidente de UCR Diversidad me reivindico como un militante de los DDHH. Algunos preferirían que diga de derechos del colectivo LGBT+ (esas siglas con las que designamos putos, tortas, travas y cuanto disidente anda suelto). Sin embargo, me reivindico como activista de DDHH, porque al fin y al cabo, antes que nada todos somos personas.
Y todas las personas tenemos derecho a la vida, a la salud, a la educación, al trabajo, al reconocimiento y la protección legal. Todas las personas tenemos derecho a ser y a sentir. Y a obrar en consecuencia. Sin embargo, hemos visto a lo largo de nuestra vida cercenados algunos de esos derechos. La discriminación, los prejuicios y hasta las leyes, limitaron nuestro derecho al desarrollo integral como personas. En algunos casos en niveles insoportables.
Afortunadamente nuestro país atravesó un proceso de ampliación de derechos en todos los niveles del Estado. Pero esos derechos consagrados también requieren de una profundización del activismo y la política para que sus objetivos pasen de los papeles a la realidad.
Muchas veces tenemos la visión de que las políticas públicas siempre son complejas, difíciles, o pertenecen a la alta política. O padecemos desde el colectivo que desde los organismos oficiales se imaginen como posibles solo políticas de asistencialismo. Y sin embargo se puede y queremos que las políticas públicas sean más amplias, mas abarcativas y sobre todo que estén conectadas con todas las múltiples circunstancias que nos rodean. Y debemos dar batalla para eso.
Y ese dar batalla es el que quiero contagiar. Porque la realidad puede cambiarse. Porque quien no tiene un trabajo que le permita vivir dignamente necesita que cambiemos la realidad. Porque quien no tiene acceso a servicios de salud de calidad precisa cambiar la realidad. Porque quien no puede acceder a educación que le permita un desarrollo integral requiere urgente solución a esa falencia. Y todo ello debe ser realizado con una perspectiva de género y diversidad.
Todos debemos ser activistas de los DDHH. Todos debemos ser promotores de derechos, todos estamos llamados a cambiar la realidad. Y ese camino debemos emprenderlo con la constancia de la gota de agua que orada la piedra y la fuerza de los ríos que con sus caudales abren paso a la vida.
Porque ser activistas es comprometernos, es asumirnos como responsables de los cambios, es sorprendernos con las satisfacciones de los resultados, es no resignarnos.
Por eso, los invito a soñar nuevas realidades. Y a soñarlas con tanta fuerza que esos sueños terminen por convertirse en objetivos, y esos objetivos en concreciones. Les pido, además, que abran los ojos y así puedan ver, o mejor dicho puedan mirar la realidad que precisa y puede ser cambiada.
Y por eso, también, les propongo formar parte de un nuevo activismo. Les propongo ser el activismo que cree que las piedras ya no son para tirarlas en una protesta, les propongo elegir usarlas para construir puentes… Puentes que unan esta realidad que queremos cambiar y la utopía que decidimos construir.
*El autor de la nota es abogado, presidente de UCR Diversidad a nivel nacional y fundador y presidente de la Fundación para el Cambio Social