Mediante Ley Nacional 25863, el Congreso de la Nación establece que el 1 de Mayo se celebra el Día de la Constitución Nacional, en recordatorio de dicho día de 1853 cuando la Convención Constiuyente sancionó el texto que se completaría en 1860, con la incorporación de la Provincia de Buenos Aires, victoriosa luego de la Batalla de Caseros. He ahí que se hable de la Constitución Nacional de 1853/60. Sin embargo, la organización institucional de la Argentina demoraría años más.
Es dable recordar a uno de los padres de la Carta Magna. Juan Bautista Alberdi, luego de ver derrotado a Juan Manuel de Rosas en 1852, pese a que se encontraba en Chile, no dudó en redactar una de las obras monumentales de la historia de la literatura argentina. Y no es monumental por tratarse de un volumen de numerosas páginas, sino por la significancia que dicha obra tendría. Un proyecto de Constitución que, en esencia, sería tomado en cuenta a la hora de redactar el texto que recordamos (o deberíamos) cada 1 de Mayo. A la luz de la experiencia de las constituciones sancionadas al momento en América, existían dos notoriamente avanzadas que incluían “herejías”, como la libertad de cultos o el fomento de la inmigración. Se trataba de los textos de Estados Unidos de Norteamérica y de Chile. Ambos, pero sobre todo el primero, sería de gran valor para consideración de Alberdi. No es otra, por ello, la razón del presidencialismo, federalismo y y sistema de pesos y contrapesos del poder, tan característicos de la Constitución de la Nación Argentina.
Por otra parte, es interesante mencionar que la plenitud de la organización institucional de nuestro país no podemos encontrarla en la Ley Suprema. La política laicista de la primera presidencia de Julio Argentino Roca, reflejada en la creación del Registro Civil o en la sanción de la Ley 1420 de Educación Laica, Gratuita y Obligatoria; la supresión de los ejércitos de los caudillos provinciales también en la presidencia de Roca; o la afirmación de la soberanía en territorios hasta entonces en disputa, como el norte de la Patagonia en manos de tribus provenientes de Chile, también concretada finalmente con éxitos en tiempos del “zorro”, tal su apodo por la astucia como gobernante y estratega militar.
Pero transcurridos 162 años desde 1852, aun existen deudas que no podemos dejar libradas para expresiones nimias. El sistema de pesos y contrapesos que debiera caracterizar a las repúblicas en un mutuo respeto de mayorías y minorías, aun es más expresión de deseos que lisa y llana realidad de convivencia política, fenómeno exacerbado en años de kirchnerismo furioso y paranoico; la libertad sindical, uno de los avances que tuvo el texto en una de sus reformas, sigue siendo letra muerta, pese a que en Tierra del Fuego la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) obtuvo reconocimiento legal por parte de la gobernadora Fabiana Ríos; el derecho al ambiente sano no son más que bellas y románticas expresiones carentes de sustento fáctico para los miles de habitantes que rodean una de las cuencas más contaminadas del globo, como es el Riachuelo en la provincia de Buenos Aires; entre otros motivos que podríamos mencionar a propósito del Día de la Constitución.
Fuente: www.shelknamsur.com