| 23 de agosto

EE.UU.: ¿Monedas en lugar de billetes?

A los estadounidenses les sorprendería enterarse de que por primera vez en 20 años algunos cabilderos y legisladores —en gran medida de provenientes de estados con intereses en minería y procesamiento de metales— han estado promoviendo una propuesta para eliminar los billetes de dólares y obligar a la gente a utilizar las monedas de metal en su lugar.

Steve H. Hanke es profesor de economía aplicada en la Universidad Johns Hopkins y Senior Fellow del Cato Institute.
A los estadounidenses les sorprendería enterarse de que por primera vez en 20 años algunos cabilderos y legisladores —en gran medida de provenientes de estados con intereses en minería y procesamiento de metales— han estado promoviendo una propuesta para eliminar los billetes de dólares y obligar a la gente a utilizar las monedas de metal en su lugar.
El intento más reciente es la Ley para la Optimización e Innovación de la Moneda y el Ahorro Nacional (Coins, por sus siglas en inglés), auspiciada por el senador Tom Harkin(Demócrata de Iowa). Esta ley prohibiría la emisión de billetes de dólares después de cinco años y los reemplazaría con monedas de dólares. Esta legislación, que de otra forma fuera de poca importancia, recientemente fue catapultada a la luz cuando el co-auspiciador de la Ley Coins, el senador John McCain (Republicano de Arizona) hizo la dudosa afirmación de que hacer la transición a monedas de dólares significaría propinas de denominaciones más altas para los bailarines exóticos.
Los partidarios más serios de la Ley Coins se han aprovechado de la continua lucha en el congreso sobre el presupuesto, argumentando que la legislación ahorraría miles de millones que supuestamente están siendo desperdiciados en el reemplazo de billetes de dólares desgastados. Como respaldo, suelen citar un estudio de la Oficina de Control y Fiscalización del Gobierno (GAO, por sus siglas en inglés) que proyecta un “beneficio neto” de múltiples miles de millones de dólares si hacemos la transición a las monedas de dólares.
Si usted cree el análisis de la GAO, que está basado en presunciones cuestionables, podría concluir que cambiarnos a las monedas de dólares mejoraría las cuentas fiscales del gobierno. Pero a pesar de todos los cálculos de la GAO, las conclusiones del reporte son negadas por su admisión de que es poco probable que la gente acepte el cambio a menos que no se les de otra opción —que es, por supuesto, precisamente el propósito de la Ley Coins.
Los datos de encuestas confiables muestran que la gran mayoría de los estadounidenses prefieren billetes de dólar antes que monedas. La Reserva Federal ya tiene más mil millones en monedas de $1 almacenadas debido a que la gente simplemente no quiere usarlas.
La legislación propuesta huele a algunos de los problemas más comunes que adolecen a los monopolios estatales. El grupo de presión que promueve la Ley Coins tiene la misma dirección que PMX Industries, una empresa surcoreana ubicada en Cedar Rapids, Iowa, que provee a la Casa de Moneda de EE.UU. con el metal utilizado para producir monedas de dólar. Junto con su director ejecutivo, Jin Roy Ryu, la empresa donó en 2011 un total de $500.000 al Harkin Institute of Public Policy en la Iowa State University (ahora se encuentra en Drake University), instituto nombrado en honor al senador.
La controversia recurrente acerca de los dólares de papel versus unos de monedas de metal es en sí el resultado del monopolio estatal sobre la producción del dinero. La Ley de la Reserva Federal de 1913 autorizó la producción del primer billete de $1 emitido por la Reserva Federal (aunque en EE.UU. ya habían circulado varios billetes de $1 antes de 1913). En los 100 años desde que la Fed emitió sus primeros billetes de $1, el Estado se ha agarrado firmemente a este monopolio, y ha permitido que los intereses especiales involucrados luchen dentro de la capital por su futuro.
Hay una solución a esta lucha: privatizar la producción del dólar.
No, no hablo de abolir la Reserva Federal y trasladarnos a un sistema de banca libre. Simplemente sugiero que se permita a los bancos producir billetes privados denominados en dólares estadounidenses. El gobierno puede seguir emitiendo monedas de dólares con la esperanza inútil de que algún día serán preferidas y los consumidores pueden decidir qué prefieren.
Si el fracaso de las monedas Susan B. Anthony y Sacagawea sirven de guía, los consumidores probablemente seguirán prefiriendo los billetes. De cualquier forma, encaminarnos hacia la producción privada de billetes de $1, o al menos hacia un marco legal que permita que los bancos compitan con el gobierno federal, ciertamente generaría ahorros reales.
Podría parecer disparatado, o al menos novedoso, permitirle a los bancos producir sus propios billetes de $1, pero en realidad no es ni lo uno ni lo otro. Antes del siglo veinte, la producción privada de dinero estatal era algo común. Hoy, todavía es lo normal en Hong Kong, Macao, Irlanda del Norte y Escocia.
En Hong Kong, por ejemplo, tres bancos privados tienen licencia para producir distintas notas bancarias denominadas en dólares de Hong Kong. Estos bancos pueden actuar como agentes de la Autoridad Monetaria de Hong Kong porque deben mantener reservas en la Autoridad Monetaria de Hong Kong equivalentes al valor de sus notas en circulación. El resultado para Hong Kong es una moneda estable cuyos billetes son producidos por bancos privados.
A la gente también podría sorprenderle que gracias a una provisión poco conocida en la Ley de Banca de Desarrollo Comunitario e Instituciones Financieras de 1994, la producción privada de billetes de $1 es perfectamente legal. ¿Por qué no reproducir el éxito de Hong Kong? Si los bancos privados produjeran billetes aquí, la Reserva Federal podría retener su autoridad para controlar la oferta monetaria y podríamos, de hecho, lograr algunos de esos elusivos “ahorros” mencionados en el reporte de la GAO.
Permitan que el gobierno mantenga su monopolio sobre las monedas, pero pongan el destino de los billetes en manos de los consumidores.
Este artículo fue publicado originalmente en The Wall Street Journal (EE.UU.) el 21 de agosto de 2013.
 
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