Por José Luis Gonzalez* Cuadradolandia es una isla plana. La falta de montañas y protuberancias en general la hace ventosa y propensa a las inundaciones. Sus habitantes no son personas sino figuras. Chatas y poco habituadas a la reflexión son, por asi decirlo, superficiales. En su territorio el cuadrado es la forma correcta de todas las cosas. Los cuadradólogos entienden que todas las otras figuras son deformaciones o anormalidades del cuadrado.
El caso de los triángulos resulta representativo. Son considerados cuadrados incompletos o deficientes. La mayoría de los triángulos padecen complejo de inferioridad y no encajan con el perfil esperado. En el mejor de los casos y con la debida orientación podrán llegar a ser “medio cuadrado”.
Los rectángulos, por razones que desconocemos, han ocupado más superficie de la que deberian. Se los tiene por egocéntricos e individualistas. Habrá que enseñarles valores, particularmente aquellos relacionados con la humildad y la mesura. Estas virtudes, sostenidas en el tiempo, los convertirán en buenos cuadrados.
Los círculos generan un gravísimo problema para la sociedad. Aunque antiguamente eran reconocidos por sus cualidades únicas, hoy la ciencia ha demostrado que carecen de aristas. Esto último dificulta enormemente la ubicación de sus lados y justifica que los isleños los consideren una deformación del cuadrado.
Los círculos suelen ser muy discriminados. Algunas figuras tan solo les tienen lástima, porque creen que nunca recuperarán su forma correcta. Los cuadradólogos más ortodoxos afirman que habrá que aprender a convivir con ellos “así como son”. Los más optimistas dicen que con paciencia, esfuerzo y constancia podrán acercarse al ideal de cuadratura al que todos aspiran.
Los pobres círculos sabedores de su destino, se deslizan cabizbajos por las pocas pendientes de la isla. Pasean su tristeza y desesperanza frente a la decepción de sus vecinos.
En cada escuela de cuadradolandia está escrita la consigna que rige los destinos de la nación: “La educación es lo más importante para nuestro país. Educar forjará nuestro futuro y es el bien más preciado que le dejaremos a nuestros cuadraditos”.
*El autor del cuento es profesor en Ciencias de la Educación. Estuvo a cargo de los espacios de Filosofía de la Educación, Pedagogía y Sociología de la Educación en diferentes profesorados del instituto Provincial de Enseñanza Superior (IPES) "Florentino Ameghino" de la ciudad de Ushuaia