El 5 de junio de 1972 se celebró la primera gran conferencia sobre cuestiones relativas al medio ambiente, auspiciada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Con el objetivo de “forjar una visión común sobre los aspectos básicos de la protección y la mejora del medio humano”, marcó un quiebre en el desarrollo de las políticas medioambientales internacionales. Desde entonces, todos los 5 de junio se celebra el Día mundial del medioambiente, en conmemoración al hito que tuvo lugar en Estocolmo, Suecia.
En la actualidad, el medio ambiente se encuentra amenazado por diversas causas, la mayoría de ellas antrópicas, es decir, por la acción humana. A nivel global, el cambio climático se presenta como una problemática que afecta a todos los ambientes del mundo, que trae consigo otros fenómenos como la pérdida de biodiversidad, la contaminación del aire y del agua, animales en peligro de extinción y aumento de temperaturas en las ciudades.
Desde el Programa VocAr se pretende visibilizar, instalar el tema en las escuelas y ámbitos educativos para que reflexionen y trabajen la temática en el aula, a partir de entrevistas a diversos científicos y científicas que investigan estos temas desde distintos aspectos: climatológico, biológico, agronómico y biotecnológico, indagando en sus causas y posibles soluciones.
Leandro Baltasar Díaz es climatólogo e investigador del CONICET en el Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera (CIMA, CONICET-UBA) y, junto con Malena Lozada Montanari y Nadia Testani, becarias doctorales del Consejo en el mismo instituto, coordinan el taller “Por qué el planeta está al horno”, una propuesta de comunicación científica para concientizar y reflexionar sobre el cambio climático. “Cuando nos referimos actualmente al cambio climático, también denominado crisis climática, nos referimos al proceso de calentamiento que se está experimentando a nivel global desde principio del siglo XX y que trae aparejados cambios muy importantes en el comportamiento de todo el sistema climático, como cambios en las lluvias, aumento en la frecuencia e intensidad de fenómenos extremos (olas de calor, sequías, inundaciones), aumento del nivel del mar, derretimiento y retroceso de glaciares”, explican los integrantes del CIMA.
Por su parte, Melisa Blackhall, bióloga e investigadora del CONICET en el Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (INIBIOMA, CONICET-UNCOMA) en Bariloche, pone el foco en “el cambio climático acelerado con respecto a los registros históricos y los cambios en el uso de la tierra con respecto a los usos que se le daba anteriormente, llegando a límites en los que, en muchos casos, los ecosistemas pierden su capacidad de adaptación”. Esto incluye deforestaciones y degradaciones de grandes extensiones de ecosistemas naturales, la introducción de especies vegetales y animales donde antes no estaban presentes (y que muchas veces pueden afectar la dinámica natural del ecosistema), entre otras cuestiones.
Claudia Fernanda Martinez, ingeniera agrónoma e investigadora del CONICET en el Instituto de Ambiente, Hábitat y Energía (INAHE, CONICET), detalla que “en cada uno de los organismos y factores que caracterizan el medioambiente existe algún peligro” y pone el ejemplo de “las especies vegetales endémicas en peligro de extinción, la escasez pronunciada de agua, la contaminación del aire (acentuada por el crecimiento del tránsito vehicular), el aumento de temperaturas en el centro de las ciudades respecto de su periferia y la contaminación sonora en el ambiente urbano (también acentuada por el aumento del flujo vehicular y el parque automotor)”. Situaciones que ejemplifican problemáticas de la ciudad de Mendoza y la región de Cuyo.
En tanto, la microbióloga María de las Mercedes Oliva, investigadora del Consejo en el Instituto de Biotecnología Ambiental y de la Salud (INBIAS) de Río Cuarto, considera que “la principal problemática de hoy en día es la contaminación ambiental, ocasionada por las acciones inadecuadas de las personas en sus actividades cotidianas que llevan al cambio climático”. Y hace hincapié en el mal uso de agroquímicos y antibióticos en las actividades agropecuarias, “los agroquímicos (como herbicidas, plaguicidas) producen contaminación del suelo, agua y aire, al ser liberados al ambiente, entre uno de sus efectos se encuentra la muerte de insectos polinizadores, como las abejas”.
Contaminación ambiental, el principio del problema
Díaz investiga cómo y por qué cambian las lluvias en Sudamérica y, especialmente, si se puede atribuir parte de esos cambios a la influencia que están teniendo las actividades humanas sobre el clima. Al respecto, Díaz, Lozada Montanari y Testani entienden por contaminación ambiental “la presencia de sustancias en cantidades nocivas para el normal funcionamiento del hábitat y de la vida que se lleva a cabo en él”. Y profundizan en las diferentes sustancias perjudiciales para el medioambiente como gases contaminantes que “en cantidades elevadas deterioran la calidad del aire y pueden dañar directamente la salud humana y de otras especies, como el monóxido de carbono o el dióxido de azufre”. Mientras que los gases de efecto invernadero “están vinculados al cambio climático y al aumento de la temperatura planetaria, como por ejemplo el dióxido de carbono y el metano”. De todos modos, concluyen, “ambos problemas están vinculados y requieren soluciones conjuntas”.
Contaminación ambiental urbana, un problema grave que va en aumento
Martinez estudia cómo los árboles de la ciudad de Mendoza -ubicada en una zona árida- pueden crecer con poca cantidad de agua, mucha contaminación y altas temperaturas. Desde su perspectiva de estudio, la contaminación ambiental urbana “es la producida por el aumento de gases nocivos y material particulado (compuesto por partículas sólidas y gotas líquidas que se encuentran en el aire), cuya principal fuente de emisión es el tránsito vehicular, que además es potenciada por el aumento de temperaturas que favorecen reacciones químicas que dan como resultados más y nuevos contaminantes”.
Otro capítulo importante, explica Martinez, es la contaminación sonora en el ambiente urbano, donde los “niveles de ruido son cada vez mayores principalmente como consecuencia del aumento del flujo vehicular y el parque automotor”. Actualmente, en Argentina el ruido ambiental constituye un problema grave y creciente que afecta diariamente a las personas que viven y trabajan en entornos urbanizados.
Incendios forestales, las causas de un flagelo recurrente
“Un incendio forestal es aquel que afecta un ecosistema boscoso, ya sea natural o implantado”, define Blackhall. La investigadora se dedica a estudiar la ecología del fuego y la ecología de las invasiones de especies no nativas introducidas, por ejemplo, la inflamabilidad de las plantas, por qué algunas se queman más que otras, cómo la introducción de especies vegetales puede afectar la inflamabilidad y la combustibilidad de una comunidad de plantas, qué especies pueden recuperarse luego del fuego y cómo lo hacen.
“En la naturaleza, los incendios forestales pueden ser originados por causas naturales, como, por ejemplo, rayos durante tormentas, o, más comúnmente, por causas antrópicas -precisa Blackhall-, es decir originados de forma accidental o deliberada por personas”.
A su vez, cada ecosistema -bosque, monte o pastizal- posee un régimen natural de incendios, es decir, una particular frecuencia, intensidad, severidad, tamaño. “Al alterar el clima y los usos del suelo, este régimen natural puede verse afectado, y por lo tanto es posible interrumpir el equilibrio al cual ese ecosistema está adaptado”, concluye la científica.
Plantas medicinales, la opción “ecoamigable”
Oliva investiga el empleo de sustancias naturales derivadas de plantas medicinales para el control de bacterias productoras de enfermedades en el ámbito agropecuario.
“Una planta medicinal es aquella que posee principios activos capaces de generar un efecto benéfico sobre la salud -señala Oliva-, y esos principios activos (o moléculas) les confieren propiedades biológicas entre las cuales se encuentran las antimicrobianas, antioxidantes, insecticidas y repelentes”. Debido a su origen natural, las plantas medicinales, son consideradas seguras para el medioambiente, convirtiéndolas en una opción ecoamigable “dado que sus productos pueden ser utilizados directamente en el ambiente: son de degradación rápida por lo que no permanecen mucho tiempo en el ambiente, son de origen natural y hasta ahora no se conoce que hayan producido resistencias microbianas, no resultan tóxicos para las plantas y los animales en dosis adecuadas”, especifica la científica.
Cambios para la mejora del medioambiente
“Informarse sobre los problemas actuales puede llevar a verdaderos cambios individuales y colectivos – confían los integrantes del CIMA- como son: hacer un uso más racional de los recursos, ahorrar energía, usar conscientemente el agua, preferir dietas con predominancia de verduras y legumbres; comprar productos locales y de temporada, usar transporte público o bicicleta, compostar, reducir y separar los residuos o modificar las formas de consumo”.
Martinez, por su parte, apela al respeto como valor humano fundamental, “respeto por la vida humana, animal, vegetal y, sobre todo, tender a un equilibrio”. Y, en lo que refiere a su tema de investigación, propone la implementación o la revalorización de “barreras acústicas de tipo natural -la vegetación que integra parques y espacios verdes- como una estrategia positiva y eficaz que reduce los niveles sonoros en vías de alto tránsito vehicular” y permite enmascarar el ruido urbano además de otros beneficios que aporta el enverdecimiento. Asimismo, “aumentar la cobertura forestal urbana, redundaría en mayor captura de dióxido de carbono (CO2) como principal gas de efecto invernadero y, a su vez, se oxigenaría más el aire”, puntualiza la ingeniera agrónoma.
Blackhall, pone el foco en las “políticas y decisiones que se deben ejecutar a nivel global y desde los gobernantes y poderes económicos dominantes”. En lo particular, plantea cambiar hábitos “decidir qué consumir y qué no también es una elección política, y nosotros podemos direccionar hacia formas más sustentables de convivencia con nuestro entorno”.
“Los pequeños cambios que podemos hacer desde nuestro lugar -sostiene Oliva- son: utilizar menos cantidad de plaguicidas en nuestras plantas (buscar insecticidas naturales); evitar el uso indebido e innecesario de antibióticos, consumir alimentos producidos de forma natural (sin conservantes químicos y en animales sin la utilización de antibióticos durante su producción)”. Y, a gran escala, la microbióloga remarca la importancia de que los países “estimulen el uso de energías limpias y productos menos contaminantes”, así como también “implementar sistemas de economía circular y de utilización de desechos para producir energía y abonos”.
Comunicar, divulgar y visibilizar: el primer paso en busca de soluciones
Díaz se define como un apasionado de la comunicación del cambio climático. Junto con Lozada Montanari y Testani reflexionan sobre la importancia de comunicar y visibilizar la problemática del cambio climático “porque es el primer paso que podemos tomar para buscar soluciones”.
Como integrantes del taller “Por qué el planeta está al horno” consideran fundamental “nutrir el debate con la mejor evidencia científica disponible frente a discursos negacionistas que muchas veces se basan en informaciones imprecisas o falsas”. A su vez, consideran importante “aportar desde el conocimiento a la discusión pública sobre qué podemos hacer para mitigar este problema y adaptarnos a sus consecuencias”.
De esta forma, se brindan herramientas a la sociedad para que “sea más consciente y pueda involucrarse de manera más activa en las acciones que se llevan a cabo y en las discusiones sobre qué futuro buscamos”, sentencian.
¿La restauración del medioambiente es una opción?
Según Oliva “es muy difícil volverlo a su estado natural ya que muchas veces se pierden los integrantes de un ecosistema porque se extinguen o porque cambian las condiciones del suelo o del agua”. La investigadora plantea la posibilidad de adaptarse “aprender a convivir lo más naturalmente con nuestro ambiente, entendiendo que nosotros somos parte de este y que si lo dañamos nos estamos dañando a nosotros mismos”.
“En lo que respecta al cambio climático, no es algo que se pueda revertir de un día para el otro y los impactos de las emisiones de los gases de efecto invernadero en la temperatura y el clima nos acompañarán por muchísimo tiempo” explican los especialistas en climatología del CIMA.
En contraposición, Martinez considera que “siempre hay medidas que permiten la restauración, la renaturalización y la recuperación de ambientes o paisajes contaminados”, agregando que “la ciencia contribuye mucho a ello”.
Para Blackhall, “en general, sí, es posible restaurar los ecosistemas que nos rodean, muchas veces no necesariamente volviendo al estado original, no solo por la imposibilidad ecológica sino por los costos económicos y sociales que implican”.
El desafío es aquí y ahora
En lo individual, lo que refiere a cada persona, Martinez propone “ser artífices comprometidos con la recuperación del equilibrio medioambiental, empezando desde el hogar, la escuela, la facultad o el sitio donde nos toque, ser protagonistas principales en el cuidado de nuestros ecosistemas”.
“Debemos involucrarnos como sociedad -destaca Blackhall-, interiorizarnos sobre las problemáticas que nos rodean, entender que somos parte de los ecosistemas que habitamos” y concluye categórica: “Nosotros sin estos ecosistemas no podemos sobrevivir, pero estos sin nosotros sí pueden hacerlo”. En el mismo sentido, Oliva apela al compromiso social “para que todos nos volvamos agentes multiplicadores de buenos hábitos ambientales”.
“Es necesario que, a nivel global y lo antes posible, se empiecen a tomar medidas ambiciosas para revertir la situación”, enfatizan los especialistas del CIMA, haciendo hincapié en la necesidad de “reducir drásticamente la emisión de gases de efecto invernadero para poder limitar el aumento de la temperatura planetaria”. A nivel local, “cada ciudad, cada país, debe actuar y presionar para que existan políticas que se adecuen a esta situación y que las principales empresas responsables de estas emisiones hagan algo al respecto” remarcan. “Así como el cambio climático que estamos experimentando fue generado por las actividades humanas, está también en manos de la humanidad decidir cómo será nuestro futuro”, concluye el investigador.