| 29 de diciembre

El despertar del sindicalismo golpista

Resultan curiosas (si no tuviesen terribles consecuencias) los críticas descarnadas del peronismo a través de sus bloques de diputados y senadores y del sindicalismo agrupado en la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) y la Confederación General del Trabajo (CGT) que, en menos de veinte días de gobierno de Javier Milei, realizó protestas, cortes de calles y rutas, denuncia judicialmente al presidente y puso fecha al primer paro general para el 24 de enero. ¿Acaso los cuatro años de Alberto y Cristina Fernández fueron paradisíacos? ¿O muestran realmente su rol desestabilizador de cualquier gobierno no peronista?

Carl Schmitt decía que la guerra es la continuación de la política por otros medios. Paralelamente, podríamos decir que las prácticas del sindicalismo son la búsqueda de alcanzar el poder por otros medios por parte del peronismo hoy en abstinencia. No puede concebirse que, en tan pocas semanas, sectores sindicales que durante cuatro años durmieron la siesta y se dedicaron a arreglar a espaldas de los trabajadores, ahora se acuerden que existen la inflación o el deterioro de la calidad de vida.

La denuncia de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) contra el presidente acusándolo de abuso de autoridad y usurpación de autoridad tras la firma del Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) representa una actitud maniquea de un sindicato que, frente a los DNU rubricados debidamente por el anterior gobierno nacional, no sólo no efectuó denuncia alguna, sino que directamente no emitió pronunciamiento alguno. Incluso DNU como el que instauró un Estado de Sitio inconstitucional cuando el entonces presidente Fernández impuso el aislamiento obligatorio mientras se dedicaba a festejar el cumpleaños de su cónyuge en la Quinta de Olivos, vulnerando las mismas normas que había dictado. La igualdad ante la ley ignorada, sin duda, no era motivo de denuncia para ATE.

El Gobierno nacional, en la figura de su presidente pero también de varios de sus funcionarios, han sido objeto de controversia desde el momento en que asumió e incluso antes. Así como la CGT se había pronunciado en el sentido de intentar impedir que Milei asuma la presidencia de la nación; el día en que asumió fue agredido (infructuosamente) por un ex funcionario del justicialismo de la Municipalidad de Concepción del Uruguay. El objeto utilizado, una botella, terminó impactando contra el comisario Guillermo Armentano, quien debió ser hospitalizado. No obstante, el primer intento de mostrar la naturaleza del peronismo cuando no está en el poder había sido realizado.

El 20 de diciembre, cuando se cumplieron 22 años del golpe de Estado contra el presidente Fernando De la Rúa, agrupaciones piqueteras se manifestaron “en recuerdo” de dicha interrupción del orden constitucional pero también en una medición de fuerzas contra la ministro de Seguridad, Patricia Bullrich, que había anunciado el protocolo antipiquete. Sería también la primera prueba que debía atravesar la funcionaria en relación al protocolo, que sorteó finalmente con mediano éxito al no registrarse incidentes de magnitud en las manifestaciones.

El mismo 20 de diciembre por la noche, el presidente anuncia por cadena nacional el DNU 70/2023 que busca establecer las bases para la reconstrucción de la economía argentina, impulsando medidas de apertura y desregulación en materia económica y laboral, entre otras áreas. Vastos sectores políticos empezaron a motorizar protestas que, pese a no gozar de una amplia convocatoria, sí generan el ruido suficiente para atentar contra el gobierno, al sostener que el dictado del DNU sería inconstitucional. Menos de una hora después, increíblemente, algunas cientos o miles de personas leyeron el DNU completo, analizaron todas las leyes que serían derogadas y modificadas y concluyeron raudamente en que salir a protestar sería la mejor opción. Paradójicamente, se atribuye a Milei un aura monárquica por un DNU, cuando los datos en relación a los anteriores gobiernos son incontrastables: Carlos Menem rubricó 195 DNU; De la Rúa 59; Adolfo Rodríguez Saá 6; Eduardo Duhalde 154; Néstor Kirchner 236; Cristina Fernández 78; Mauricio Macri 71; Alberto Fernández 177; y Milei 5. Proporcionalmente a cada período, el que más recurrió a los DNU fue Kirchner, seguido de Menem, Alberto Fernández, Duhalde, Fernández de Kirchner, Macri, De la Rúa y Rodríguez Saá. ¿Cómo es posible que quienes califican a Milei de autoritario omitan referirse a Kirchner con el mismo calificativo mucho más atinado para él que para el actual presidente? Misterios que el sentido común no resuelve, pero sí explica la naturaleza golpista de ciertos sectores.

Hector Daer, de la CGT, dijo que no habían realizado paros generales durante la presidencia de Fernández ya que considera que no hubo ningún derecho atacado. ¿La inflación del 140% interanual no atacó ningún derecho? ¿La declaración de Estado de Sitio por parte de un gobierno que se dedicó a ignorar las restricciones que había impuesto no atacó ningún derecho? ¿Que seis de cada diez niños sean pobres o indigentes no ataca ningún derecho? ¿La arbitrariedad del Ministerio de Economía para autorizar la importación de insumos y sus demoras que terminaban provocando suspensiones o despido de personal en la industria no atacó ningún derecho? ¿El otorgamiento de aumentos salariales por debajo de la inflación tampoco atacó ningún derecho? ¿El uso de bienes del Estado para hacer campaña por un candidato presidencial no constituyó un abuso de autoridad? ¿La derogación de la Ley de Movilidad Jubilatoria durante la primera etapa del gobierno de Fernández no atacó los derechos de los jubilados?

Una vez más asistimos los argentinos absortos a la extorsión de sindicatos cuyos líderes millonarios viven en mansiones y se mueven como reyes medievales con cortesanos y bufones que se dedican a justificar las tropelías de quienes actúan asemejándose más a una mafia que a defensores de los trabajadores. Albert Einstein dijo alguna vez que si se pretenden resultados distintos, no se debe hacer siempre lo mismo. Frente a décadas de una democracia en la que el bienestar ha ido en declive, los sindicatos han sido la espada de Damocles frente a cualquier intento de cambio mediante actitudes patoteriles y extorsivas que ponen en peligro la convivencia social y el sistema democrático en el que elegimos vivir los argentinos desde 1983. Es de esperar que, esta vez, quienes viven rehenes del sindicalismo golpista no se dejen maniatar por quienes quieren continuar siendo los pocos privilegiados en perjuicio de los miles o millones de trabajadores a los que dicen representar.

 

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