El gobierno de Alberto Fernández se encuentra en la encrucijada pre electoral de profundizar el discurso pretendidamente revolucionario o frenar las intenciones radicalizadas para poder acomodar las variables macroeconómicas que permitan cumplir con las metas del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Tras la cautelar emitida por la Corte Suprema de Justicia de la Nación (CSJN) que habilita a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires a percibir los recursos que unilateralmente le había quitado el Gobierno nacional durante el conflicto gremial con la Policía de la provincia de Buenos Aires en 2020 y las idas y vueltas del Ejecutivo encabezado por Fernández, que primero había anunciado que desconocería dicha resolución y luego aclaró que iba a pagar pero con bonos; las implicancias que esto llevaría sobre el Estado de Derecho se empezaron a hacer oír a través de las consultas efectuadas a profesionales del derecho que advertían el resquebrajamiento que significaba.
Sin embargo, la presentación del pedido de juicio político contra los miembros de la CSJN presentó un pronunciado tufillo de venganza y de nuevo intento por dominar un Poder como el Judicial que viene demostrando aires de independencia que preanuncian cambios políticos de magnitud.
Es sabido que, en la Argentina, la justicia no suele caracterizarse por ser expeditiva ni sagaz contra funcionarios que pueden incurrir en tropelías varias. Pero la condena a la vicepresidente Cristina Fernández de Kirchner por el delito de administración fraudulenta en perjuicio de la administración pública tras el pedido del fiscal Diego Luciani y el empoderamiento que las instancias superiores le prodigaron al funcionario judicial habla de un cambio de época que suele ser anticipado por el que, podríamos decir, es el más político de los poderes. El problema es que es político en tanto puede anticiparse a los cambios de viento político.
Frente a este panorama, en lugar de intentar calmar las aguas institucionales, el Gobierno de Fernández no sólo opta por continuar la embestida contra la CSJN. También promueve la ampliación de la cantidad de miembros del máximo órgano judicial del país, en una especie de retroalimentación de este conflicto por algo tan simple como es el cumplimiento (o no) de la cautelar emitida por la Corte en relación a la quita de recursos a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. La presencia en medio de gobernadores que primero agitan las aguas pero luego, viendo la indecisión de Fernández, optan por abandonarlo en pleno cruce,
Algunos sostienen que el principal preocupado por las derivaciones de este conflicto es el ministro de Economía, Sergio Massa, quien debe transmitir una sensación de estabilidad y de previsibilidad que difícilmente pueda ser reflejada en tanto y en cuanto existan estos potenciales conflictos institucionales. De todos modos, no deja de ser plausible la posibilidad de haberle dado el visto bueno para que asuma la cartera económica tras el paso frustrado de Silvina Batakis, para poder neutralizarlo de cara a los comicios presidenciales que se celebrarán en octubre de 2023 y cuyas esperanzas dependen en gran medida de la capacidad de crear un clima de normalidad.
Los movimientos fluctuantes tan pronunciados de la cotización del dólar estadounidense durante las últimas semanas pueden estar vinculado a esta sucesión de dimes y diretes en las que estamos los argentinos como espectadores azorados mientras nos asola la realidad. La especulación y el “por si las dudas” dominan el escenario al que deben enfrentarse los agentes económicos, incluidos los gobiernos y los gremios. Prueba fiel de ello es la reapertura trimestral de paritarias para negociar aumentos salariales que, ni aún así, terminan ganándole a los niveles inflacionarios que, dicho sea de paso, son los más altos desde 1991 y nos ubica en la triste cúpula global de países con más inflación.
Mientras Álvaro Alsogaray pronunciaba un 29 de junio de 1959 un discurso en el que decía que “hay que pasar el invierno”, en clara alusión al programa de ajuste que pretendía llevar adelante; este inicio de 2023 nos encuentra en una situación muy parecida. Massa parecería decir que “hay que pasar el verano”, en clara alusión al programa de ajuste que ya vivimos pero que no deja de adquirir sus formas definitivas.