En el Día Mundial de la Alimentación, desde la Dirección de Promoción de la Salud se recordó la importancia de los hábitos alimentarios saludables para prevenir enfermedades y mejorar la calidad de vida.
La Directora de Promoción de la Salud, Marina Goyogana, resaltó que “no existe salud sin una buena nutrición y, a la vez, sin salud no es posible un buen estado nutricional”.
En el año 1979, la Conferencia de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación estableció el 16 de octubre como “Día Mundial de la Alimentación”, con el objeto de concienciar a los pueblos del mundo sobre el problema alimentario mundial y el derecho a una alimentación variada y completa en las diferentes etapas de la vida.
“En la Argentina hay abundancia y variedad de alimentos, sin embargo, el principal problema alimentario de la población es la dificultad para acceder a una adecuada alimentación”, explicó Goyogana, y especificó que “dicho acceso depende de los precios de los alimentos, de la capacidad de compra y de las costumbres alimentarias”.
En relación a la situación de salud, en nuestro país “conviven dos tipos de problemas nutricionales, unos por defecto y otros por exceso, característico este último de nuestra provincia”, comentó la funcionaria, manifestándose en “enfermedades crónicas como obesidad, diabetes, hipertensión y problemas cardiovasculares, entre otros; donde los estilos de vida están relacionados estrechamente con la alimentación”.
Estos problemas pueden ser prevenidos con intervenciones adecuadas como “la educación alimentaria y nutricional, a través de la cual es posible promover estilos de vida saludables; alentando el consumo de alimentos variados, corrigiendo hábitos alimentarios perjudiciales y reforzando aquellos adecuados para mantener la salud”, comentó la doctora.
Goyogana destacó la importancia de “aprender a seleccionar, comprar y combinar los alimentos de una manera adecuada para lograr una alimentación saludable”.
Pautas para una alimentación saludable
Comer con moderación e incluir alimentos variados en cada comida.
Comer diariamente frutas y verduras de todo tipo y color; consumir en todas las edades distintos tipos de lácteos, variedad de panes, cereales y legumbres.
Disminuir el consumo de azúcar, sal y bebidas alcohólicas.
Tomar abundante agua durante todo el día.
Aprovechar el momento de las comidas para el encuentro y el diálogo con el otro.