El Frente de Todos (FdT) perdió las elecciones del 14 de noviembre en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y las provincias de Buenos Aires, Santa Cruz, Chubut, La Pampa, San Luis, Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, Misiones y Jujuy; con resultados aplastantes en Córdoba, Santa Fe, Mendoza y Corrientes a manos de Juntos por el Cambio (JxC). Sin embargo, el presidente Alberto Fernández convocó a celebrar el triunfo este miércoles 17 y nadie del Gobierno nacional reconoció la derrota. ¿Son o se hacen?
Parafraseando al líder del justicialismo, Juan Domingo Perón, "la única verdad es la realidad". Y la realidad es que JxC, en sus diferentes versiones provinciales, obtuvo casi un 40% de los votos a nivel nacional, contra un 30 del FdT. Simbólicamente, la derrota en distritos como la provincia de Buenos Aires, San Luis o La Pampa, en donde el peronismo triunfaba casi inexorablemente en cada comicio, resultó ser no sólo un golpe psicológico para el oficialismo (que directamente lo niega) y un envión anímico para la oposición que suma fuerzas para enfrentarse al peronismo unido. Peronismo unido que, vale recalcar, por primera vez desde 1983 pierde la mayoría automática en el Senado, en donde a partir de ahora se verá obligado a negociar con la oposición o a conceder a cada deseo que le manifieste un grupo de 6 senadores que poseen la llave para acceder al quorum tan preciado por la vicepresidente Cristina Fernández de Kirchner. En un contexto de debilidad como el que atraviesa el FdT en la Cámara alta, las negociaciones con ese grupo de senadores que poseen la llave del quórum se espera sean arduas y no por ello constantes o de resultado positivo.
Otro aspecto a tener en cuenta es el de las inconsistencias del gobierno nacional tras la derrota. No es poca cosa que no hayan admitido la derrota y hasta hablaran de empate o de victoria, lo cual habla de una negación que roza con lo psiquiátrico. Pero si no fuera porque las consecuencias de semejante negación la sufren millones de argentinos, podría ser no tan grave.
El problema de negar la derrota no sólo habla de la incapacidad que conlleva la soberbia en que se encuentra sumido gran parte de quienes poseen funciones dentro del Poder Ejecutivo Nacional. También implica que no es posible, en modo alguno, una rectificación del rumbo y una corrección de aquellos errores que llevaron a la derrota por más de diez puntos el 14 de noviembre.
El miércoles 17, con motivo de un nuevo aniversario del regreso de Juan Domingo Perón a la Argentina, se convocó una manifestación, para “celebrar” el resultado de tres días antes. ¿Qué celebró el Gobierno? ¿La disociación de la realidad? Si así fuera, no es para celebrar. En el seno de la alianza gobernante no cabe margen alguno para la reflexión de cara a una sociedad que fue bastante determinante en su decisión.
Aunque Fernández, el mismo domingo 14, haya convocado a la oposición a dialogar, la realidad a medida que transcurrían los días evidenciaba lo contrario. De convocar al diálogo a sólo querer hacerlo con quienes acepten la cosmovisión frentedetodista, pasando por la convocatoria de la Comisión Bicameral de Control de los Decretos de Necesidad y Urgencia para librarse de casi 120 DNU que estaban a la espera y que se movieron como por arte de magia electoral (y de recambio del Senado); el diálogo se convirtió en una nueva fantasía. El homenaje de Alberto a Néstor es indudable: quien se extasiaba al ver cajas de seguridad también afirmó que la transversalidad era sólo con quienes pensaran igual. Curioso concepto de la democracia que tenía quien reformó la Constitución de Santa Cruz sólo para reelegirse, hizo que se esfumaran cientos de millones de dólares de regalías mal liquidadas y removió a un Fiscal de Estado porque lo cuestionó. Curioso concepto que sigue su tribu, encabezada por Alberto.
Pero no sólo el gobierno está en una encrucijada de difícil cauce. También la oposición está posicionada en un lugar difícil, no sólo por el desafío que implica mantener la gobernabilidad de un Ejecutivo debilitado, sino también por la necesidad natural que posee JxC (en tanto principal coalición opositora) de presentar una alternativa fiable de cara a 2023 que le permita afrontar su rol con responsabilidad pero con una mirada lo suficientemente madura tras el balance a luces generales negativo en materia económica y social que dejó la experiencia atravesada entre 2015 y 2019, con Mauricio Macri a la cabeza.
Algunos analistas sostienen que el jefe de gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, está inmerso en un proceso de enseñanza y aprendizaje que le permita internalizar algunas cuestiones que hacen al declive económico argentino y para ello ha convocado a cuadros técnicos para la titánica tarea de reconstruir los engranajes que hicieron de la Argentina una sociedad igualitaria y con movilidad social ascendente. Pero la amenazante sombra de Macri y de su legado al que intenta recurrir el FdT cada vez que ve nubes de tormenta, también representan un tema a discutir en el seno de la coalición opositora. La creciente influencia de la Unión Cívica Radical (UCR) que vive una nueva primavera de la mano de dirigentes como Facundo Manes, Martín Tetaz, sin dejar de lado la construcción a la que están abocados -de manera exitosa e incluso muy prometedora- figuras como Emiliano Yacobitti y Martín Lousteau -impulsores a su vez de Rodrigo De Loredo-, le insuflan aires de cambio a un radicalismo que ya siente que está en condiciones de dejar de ser vagón de cola y de aportar no sólo su inmensa estructura de fiscalización en cada rincón del país, para ser parte activa de la definición de las políticas de gobierno, previa redacción de plataformas. La posibilidad, trabajosa pero no por eso imposible, de renovar la conducción del bloque de diputados nacionales, reemplazando al derrotado Mario Negri a manos de su contendiente, el ya citado De Loredo, representa uno de los temas que ocupará la agenda del centenario partido en los próximos meses, tiempo en el que también se empiezan a asomar con más énfasis los candidatos que reemplacen a Alfredo Cornejo en la renovación de la conducción del Comité Nacional. La victoria de Gerardo Morales en Jujuy, a priori, podría indicar que sigue siendo un postulante fuerte para la sede de Alsina 786 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Pero Morales perdió un diputado a razón del avasallante caudal de votos que la izquierda tuvo en la provincia norteña y que le significó perder un diputado que nada mal venía para el bloque de JxC en la Cámara baja. Yacobitti y Lousteau, por su lado, no pueden menos que festejar el resultado de De Loredo y de otros dirigentes en algunos distritos que vienen a engrosar las filas de Evolución, el sector que lideran dentro de la UCR.
Como se advierte, son numerosos los desafíos y no para pocos: el FdT, JxC, incluso la izquierda que no termina de despegar y una derecha que en el transcurso de pocos meses se paró de manos frente a una izquierda de décadas de lucha y acción directa, representan los nombres, las etiquetas, del devenir del sistema político argentino para los próximos años.