Murió de neumonía en Nueva York, a los 83 años, el músico argentino Gato Barbieri, uno de los saxofonistas tenores más intensos del jazz contemporáneo y cuyo talento lo llevó a ser una figura emblemática del género. Con más de treinta discos editados y un Grammy por la música de la película “Último tango en París”, este artista logró un espacio propio a través de un estilo torrencial, de tono áspero e inspirado que lo convirtieron en un solista imbatible.
Leandro Barbieri nació en Rosario, el 28 de noviembre de 1932 y sus comienzos fueron con el clarinete, bajo la mirada de su hermano mayor Rubén, trompetista. Al cumplir los 18 años se mudó a Buenos Aires donde cambió el clarinete por el saxo alto y comenzó a tocar en orquestas de baile; su anhelo era ser músico de jazz y poco a poco se fue introduciendo en el mundo del bebop, por aquel tiempo la música de Charlie Parker ocupaba todo su tiempo.
Barbieri a finales de la década del cincuenta era una figura conocida en los clubes de jazz y por su actitud silenciosa y escurridiza fue bautizado Gato. Tras su paso por la orquesta de Lalo Schifrin, Barbieri – que ya tocaba el saxo tenor – decidió nuevos rumbos y tras establecerse en Italia, se mudó a Nueva York, ciudad en la que residió hasta su muerte.
Allí tocó con la crema del Free Jazz como Don Cherry, Cecil Taylor, Charlie Haden, Pharoah Sanders, Roswell Rudd, Ron Carter – entre otros – y produjo una música de una enorme intensidad emocional como sus álbumes “Third World” y “Fenix”, en donde hizo una versión excepcional de “El Arriero”, de Yupanqui.
Barbieri lograba transmitir una emocionalidad única, quizás a raíz de la influencia que tenía de John Coltrane. Sin embargo en la búsqueda de su propio lenguaje acercó el jazz al folklore y al tango cuando nadie soñaba con esos matrimonios. El crítico y especialista Nat Hentoff señaló: “Gato Barbieri es uno de los músicos que pudo fundir su propia herencia musical con el jazz”. Barbieri, por su parte afirmaba que estaba en busca de un jazz latinoamericano.
Fue un artista decididamente innovador y respetado en la capital del jazz moderno Nueva York, por ser genuino. Como decía el baterista Elvin Jazz, lo que hace hermosa a la música no es el estilo, es su honestidad.
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