(FNM) Más allá de los progresos en la producción científica en distintas áreas de las ciencias marinas, aún distamos mucho de tener una política articulada hacia las ciencias del mar. Por Javier Valladares.
Cuando NUESTROMAR me pidió algunas reflexiones sobre la ciencia marina en estos momentos en nuestro país, primero sentí gratitud por confiar en mí esta tarea de compartir ideas sobre un tema que sin ninguna dudas en sinónimo de pensar en el futuro. Pero al mismo tiempo y como un acto reflejo, me siento obligado a iniciar este ejercicio del pensamiento dando una mirada hacia el pasado, hacia cuales fueron las condiciones iniciales y de contorno que forjaron el actual escenario.
Los inicios
Tal como sucedió en la mayoría de los países del mundo, los primeros pasos de la actividad -que por entonces era poco conocida, demandaba riesgos y una ejecución que se presentaba compleja-, fueron confiados y delegados en sus fuerzas armadas. En nuestro caso en la Armada Nacional.
La creación en 1879 de la Oficina Central de Hidrografía embrión del actual Servicio de Hidrografía Naval dependiente del Ministerio de Defensa, constituyó precisamente ese “primer paso” hacia el ordenamiento de la actividad científica en el mar en nuestro país.
Incluso fue desde esa organización, que en 1926 se esbozó el primer plan apuntado a abordar esta problemática oceánica.
Paulatinamente fueron surgiendo nuevas iniciativas y organizaciones en distintos ámbitos gubernamentales, y desde mediados del siglo XX comenzaron a bosquejarse las primeras actividades interagenciales, relacionando por entonces hidrografía, oceanografía y pesca.
El Año Geofísico Internacional (1957-1958) fue otro hito de referencia, a partir del cual se fueron ocupando nuevos ámbitos dedicados a las ciencias marinas más allá de los nacidos en torno a la defensa. Al multiplicarse la diversidad de aproximaciones temáticas, se comenzó a apreciar la imposibilidad de abordar la variedad y complejidad de las ciencias del mar con pocas instituciones de soporte, sin estructuras educativas de apoyo, y sin organizaciones de coordinación.
Así se fueron sucediendo el Comité Nacional de Oceanografía (1964), el Comité Argentino de Oceanografía (1973), la Comisión Asesora de Ciencias del Mar en ámbitos del Consejo Nacional de investigaciones Científicas y Técnicas( 1980), el Comité Argentino de Coordinación de la Investigación Oceanográfica Internacional (1981), CONADIO, CONECMAR, COMAR, CONAMAR, Comité Científico-Técnico del Mar Argentino (1989) desde donde nació el Plan Oceanográfico Argentino para el quinquenio 1990-1995, la Comisión de Estudios del Mar Argentino dentro de la Secretaría de Ciencia y Tecnología (1996) – que también intentó incorporar un capítulo “Mar Argentino” en el Plan Nacional Plurianual de Ciencia y Tecnología 1999-2001-, el Sistema Nacional de Datos del Mar dentro del Ministerio de Ciencia Tecnología e Innovación Productiva (2010), y -muy recientemente- la elaboración del documento “Pautas para una Política Oceánica Nacional para la República Argentina” generado en la Academia del Mar (2011).
Excepto las dos más recientes, todas las demás iniciativas se truncaron, lo que impidió avanzar en la coordinación de las ciencias del mar.
No obstante, fueron cobrando más protagonismo nuevas estructuras nacidas en ámbitos científicos y académicos, que en ocasiones llegaron a polarizarse con un fuerte corte sectorial. Tal fue el caso, por ejemplo, de la Ley 24922/98 que derogó a la 20489/73 para las Investigaciones científicas en aguas jurisdiccionales argentinas, focalizándola mayoritariamente hacia un régimen federal de pesca.
La situación actual
Ahora sí, volvamos a la pregunta inicial: ¿Cuál es el estado actual de las ciencias marinas en nuestro país?
Si consideramos la cantidad de convocatorias a becas, los ingresos a carrera de investigador científico del CONICET, o de convocatorias para financiación de proyectos, entre otros indicadores, advertiremos con seguridad que asistimos a los esfuerzos más serios de los últimos 30 años en pro de la actividad, tanto por continuidad, como por la búsqueda de altos estándares de calidad y por el muy significativo aumento de las inversiones en ciencia y educación.
Sin embargo, más allá de la mejora en la producción científica en distintas áreas de las ciencias marinas, aún distamos mucho de contar con una política articulada hacia las ciencias del mar.
Nuestra comunidad científica marina es muy pequeña, salvo quizás en el campo de la ciencias biológicas, y eso hace difícil establecer planes de desarrollo equilibrados. La formación de nuevos recursos humanos a nivel de grado es sobresaliente, y ha abierto las puertas de los graduados a los centros de excelencia más importantes del mundo. Sin embargo a nivel de posgrado el nivel no es todavía competitivo. La reinserción de científicos calificados es difícil porque, aun cuando haya mejorado las condiciones, las ofertas y exigencias resultan poco atractivas para los jóvenes, en comparación con las ofrecidas por instituciones en el extranjero.
Hace poco menos de una década la Fundación Antorchas, convocó a un comité compuesto por cinco prestigiosos investigadores internacionales a proporcionar una opinión independiente e informada acerca de las fortalezas y debilidades de las Ciencias del Mar en la Argentina (1).
La síntesis de sus recomendaciones se estructuró en 10 puntos y merece destacarse su vigencia actual:
1. Desarrollar un ambiente de cooperación, que fomente la coordinación de los programas de investigación y el uso de los recursos institucionales, en forma transdisciplinaria incluso sumando las ciencias sociales.
2. Impulsar la preparación de un Plan Oceánico Argentino.
3. Mejorar el acceso y uso de las embarcaciones de investigación a los científicos argentinos.
4. Evitar la fuga de cerebros.
5. Analizar las carencias de investigadores en cada área de las ciencias marinas y procurar poner en práctica medidas para subsanarlas.
6. Aumentar y coordinar mejor la financiación de las ciencias del mar.
7. La comunidad de científicos del mar necesita aumentar su visibilidad para acceder a los niveles de decisión políticos que permitan mejorar el apoyo a las ciencias marinas.
8. Mejorar las formas de uso compartido de servicios y equipos de investigación.
9. La tecnología de la información es crítica para el futuro.
10. Los subsidios medianos y pequeños dirigidos a proyectos de riesgo son universalmente reconocidos como importantes.
Claramente se puede notar en estas recomendaciones un llamado a la necesidad de coordinar actividades, racionalizar esfuerzos y a superar las barreras sectoriales.
Por otro lado, la Comisión Oceanográfica Intergubernamental (COI/UNESCO, de la cual nuestro país es parte) produjo recientemente algunos documentos vinculados con el futuro de las ciencias en el mar. En uno de éstos, titulado “Looking into the Future of Ocean Sciences” (2), se identifican posibles desarrollos que se estima impactarán en el futuro de las ciencias marinas:
1. Áreas Marinas Protegidas.
2. Sitios de muestreo, estaciones marinas.
3. Grandes ecosistemas marinos.
4. Cambio Climático.
5. Funcionamiento ecosistémico.
6. Análisis de los datos y modelación.
7. Instrumentos derivantes y fondeados.
8. Nuevas observaciones satelitales.
También desde la COI, y con miras a su participación en “Río+20”, se elaboró un documento denominado “A Blueprint for ocean and coastal sustainability” (Libro Azul para la sostenibilidad del océano y la costa) en donde se enumeran, con otra perspectiva, propuestas que también constituyen verdaderos desafíos para las ciencias marinas a escala global:
1. Mitigación y adaptación a la acidificación de los océanos.
2. Protección y restauración de los hábitats vitales tanto costeros como oceánicos.
3. Atención sobre las especies acuáticas invasivas.
4. Atención sobre las vulnerabilidades en los denominados Pequeños Estados Insulares en Desarrollo (conocidos por sus siglas en ingles SIDS).
5. Incrementar los esfuerzos en pos de una pesca responsable y la acuicultura dentro del concepto conocido como Economía Verde (“Green Economy”).
6. Reducción de la hipoxia oceánica, por medio de la generación de políticas, medidas regulatorias e instrumentos económicos.
7. Protección de Hábitats y de la Biodiversidad más allá de las jurisdicciones nacionales.
8. Reformulación de las organizaciones regionales de administración oceánica.
9. Brindar coordinación, coherencia y efectividad a los temas oceánicos dentro del Sistema de Naciones Unidas.
10. Incrementar la capacitación humana e institucional para mantener la observación sistemática, monitoreos, investigación marina y evaluación de resultados y compromisos internacionales. Administración integrada de las áreas costeras.
En estas aproximaciones globales también podemos ver que se destaca un fuerte llamado a la coordinación y un énfasis en la necesidad de que cada país pueda desarrollar capacidades para la gestión de sus actividades científicas en los espacios marítimos de interés.
Un futuro deseado proyectado hacia el mar
Un siglo atrás eran pocos los individuos en condiciones de hablar de ciencias del mar en nuestro país. Hoy, en cambio, contamos con una comunidad, pequeña y quizás muy diversificada, pero entusiasta y apasionada por incorporar al mar – con el peso que realmente merece- en la agenda del desarrollo científico y tecnológico de nuestra sociedad.
Para lograrlo hace falta la coordinación, que se destaca como una necesidad en los tres análisis tomados como referencia, aplicada al seguimiento de una planificación previa, que a su vez debería primero identificar cuáles son los objetivos de interés que se quieren alcanzar, cuáles las prioridades, hacia donde -en fin-, se quiere ir.
Este es sin dudas el pendiente que tenemos que abordar como comunidad interesada por el mar… interesada por el futuro marítimo del país.
Hoy en día, la Argentina carece de una política consolidada para el conocimiento científico de los espacios marítimos adyacentes a sus costas. Tampoco ha diseñado una estrategia para impulsar el desarrollo de dicho conocimiento.
Existe una tendencia generalizada a evaluar el nivel de desarrollo de cualquier tema, en base a sus resultados económicos. Este es otro pendiente que sería muy interesante resolver en nuestras actividades asociadas con el mar. ¿Cuál es el impacto de cada una de ellas en la economía nacional?
Pero independientemente de lo que de esa evaluación pueda resultar, me permito plantear una alternativa diferente para evaluar el desarrollo, al menos en un estadio tan preliminar como en el que nosotros nos encontramos. Podríamos generar un índice de evaluación del desarrollo en función de la capacidad de proyectar e implementar los procesos tendientes a alcanzar un futuro deseado.
¿Tenemos como sociedad un futuro deseado proyectado hacia el mar?
¿Tenemos estructuras o ámbitos capaces de dar este debate de prioridades y procesos para alcanzar una gestión eficiente del conocimiento y las ciencias del mar?
Estoy convencido que pese a que nuestra comunidad de ciencias marinas es pequeña, tiene la capacidad para identificar intereses y construir un visión común hacia el mar, que sirva tanto a los decisores políticos como a la sociedad en general.
Ojalá que espacios como “NUESTROMAR” actúen como gatillo de un necesario ejercicio de pensamiento, que aumente la participación y empatía sectorial y nos ayude a encontrar y proyectar ese futuro deseado en materia de ciencias marinas.
Por Javier Valladares (Licenciado en Oceanografía)
18/07/12
FUNDACIÓN NUESTROMAR
(1) El Comité estuvo conformado por: John C Ogden (Florida Institution of Oceanography), Guillermo Podestá (University of Miami), Adriana Zingone (Stazione Zoologica A Dohrn, Nápoles), William J Wiebe (University of Georgia), y Ransom A Myers (Dalhousie University, Canadá). Realizó su trabajo entre febrero y marzo de 2003 luego de visitar nuestro país.
(2) Valdés, L, L. Fonseca y K. Tedesco. 2010.