| 17 de agosto

La biblioteca de don José de San Martín

"La ignorancia es el más sólido apoyo del despotismo", dijo José de San Martín (1778-1850), uno de los máximos libertadores de América, al momento de crear la Biblioteca Nacional del Perú, a la que donó sus propios volúmenes. Hoy se conmemora el 170º aniversario de su muerte, en la localidad francesa de Boulogne-sur-Mer. Desde la infancia, San Martín leía libros. Allí donde lo llevaran las campañas militares que protagonizó, iban con él sus libros. A la hora del exilio, legó cientos de ejemplare

"La ignorancia es el más sólido apoyo del despotismo", dijo José de San Martín (1778-1850), uno de los máximos libertadores de América, al momento de crear la Biblioteca Nacional del Perú, a la que donó sus propios volúmenes. Hoy se conmemora el 170º aniversario de su muerte, en la localidad francesa de Boulogne-sur-Mer. Desde la infancia, San Martín leía libros. Allí donde lo llevaran las campañas militares que protagonizó, iban con él sus libros. A la hora del exilio, legó cientos de ejemplares que lo habían acompañado desde la juventud. Homero, Cicerón, Miguel de Cervantes, Francisco de Quevedo, Voltaire, Montesquieu, Jeremy Bentham, libros de viajeros y tratados sobre diversos temas (entre otros, la guerra, la legislación, la arquitectura, la agricultura y las enfermedades que aquejaban a los campesinos) formaron parte de su plan de lecturas.

"Niño estudioso, quizá reconcentrado, cumplía con sus obligaciones escolares y se entregaba con placer al dibujo, la lectura, los ejercicios matemáticos y la música -se lee en San Martín. General victorioso. Padre de naciones (Emecé), del historiador Miguel Ángel de Marco-. Su madre lo hizo estudiar guitarra, afición que conservó siempre y que lo llevó durante su permanencia en Francia a tomar lecciones con el gran compositor español Fernando Sors, a quien conoció en el palacio de su futuro amigo Alejandro Aguado". Su talento para el dibujo, cuenta De Marco, "le habría permitido sostenerse y adquirir buena cantidad de libros mientras se hallaba en Cádiz, antes de regresar a su tierra".

 
En suelo francés y al servicio del Ejército español, conoció las ideas revolucionarias. "Es interesante analizar el contenido de su biblioteca -escribió el general Diego Alejandro Soria, autor de Las campañas militares del General San Martín (Theoria)-. En ella se encontraban numerosos reglamentos españoles y franceses de infantería, caballería, artillería y fortificaciones, así como diferentes obras sobre el arte de la guerra. Había también memorias de destacados generales como Maurice de Saxe y Montecuculli y estudios de diferentes campañas del siglo XVIII, especialmente las de Federico el Grande y hasta algunas napoleónicas". Según los historiadores Benjamín Vicuña Mackenna y Teodoro Caillet-Bois, más de la mitad de la biblioteca sanmartiniana estaba compuesta de libros franceses.
 
"El autor preferido de San Martín era Plutarco y sus Vidas paralelas -dice a LA NACION el historiador Guillermo M. Cao, autor de San Martín y el cruce de los Andes (Barenhaus)-. También Don Quijote. Su biblioteca de más de setecientos volúmenes era muy variada, pero predominaban los del 'arte de guerra', con más de 130 libros, pero también la Enciclopedia, literatura, diccionarios de arte, geografía, historia".

 
La biblioteca de San Martín, en más de dieciséis cajones, cruzó primero el Atlántico y luego viajó de Buenos Aires a Mendoza, cruzó con los revolucionarios los Andes y arribó por el Pacífico a Perú, donde fue donada a Lima para crear la librería (como se llamaba en el siglo XIX a las bibliotecas) de esa ciudad.
 
"San Martín dispuso de dos librerías: la primera, formada básicamente en Europa y portada consigo por suelo argentino, chileno y peruano, con un significativo caudal de 267 obras en 763 volúmenes; y una segunda, parva, que reunió en el ostracismo europeo 25 obras que cursaba en su exilio francés", se lee en San Martín y su donación de libros a la Biblioteca de Mendoza (Mendoza Cultura), investigación de Pedro Luis Barcia y María Adela Di Bucchianico que aporta un minucioso catálogo de la biblioteca del héroe. Entre otros ejemplares, San Martín atesoraba decenas de diccionarios y de libros de historia, la Ilíada en tres tomos, las obras competas de Calderón de la Barca, Emilio o la educación, de J. J. Rousseau, libros de viajeros como Charles Sonnini y Edward Clarke, y Jerusalén liberada, de Torcuato Tasso (en francés). De las 127 obras en 430 volúmenes que donó a la Lima liberada, solo sobrevivieron siete; el resto fue devorado por las llamas del incendio de la Biblioteca Nacional del Perú en 1943.
 
Respecto a la Biblioteca Mendocina, una de las primeras del país, Barcia y Di Bucchianico no hallaron ningún listado de libros donados; esa inexistencia de obras de la librería sanmartiniana se puede explicar o bien por desaparición, saqueo y hurto, o bien porque los vecinos bienintencionados las llevaron a sus casas para salvaguardarlas de los desmanes que sufría la institución.
 
"El catálogo bibliográfico de San Martín no precisa ni la jerarquía ni el registro de lectura que permita restituir e interpretar el modo en que fueron leídos -afirma la historiadora Beatriz Bragoni, autora de San Martín. Una biografía política del Libertador (Edhasa)-. Tampoco es fácil distinguir del conjunto de volúmenes los que trasladó en la travesía atlántica que lo condujo de Cádiz a Londres y Buenos Aires de los que adquirió en las tiendas porteñas, y los que pudo haber reunido en Mendoza mediante el pedido expreso a sus amigos de la logia y funcionarios del gobierno central. Aun así, el nutrido corpus de ejemplares acunados en su trayecto europeo y rioplatense ilustra el mapa de preocupaciones intelectuales y prácticas que vertebraron su comprensión sobre el tiempo pasado y el revolucionario en el que su accionar político y militar se inscribía". Ese plan de lecturas combinaba textos de historia clásica, europea y americana; reglamentos, campañas y tácticas militares; exponentes de la literatura de viajes ("el género que visitaría más de una vez y lo tendría como actor protagónico de las guerras de Independencia"); manuales de economía política; técnicas de fomento agrícola, minero y molinos hidráulicos. "La Encyclopédie no podía estar ausente del catálogo del general como tampoco le fueron indiferentes las Cartas de Cicerón, los textos de René Descartes, y textos clásicos de derecho entre los que figuraban autores como Hugo Grocio, Samuel Pufendorf, Gaetano Filangieri y dos títulos de Bentham relativos al derecho civil y el derecho penal", detalla la historiadora.

 
"La historia de Inglaterra (en la versión de Hume de 1783), el texto sobre Alemania de Madame Stäel, varios títulos de los filósofos de la Ilustración, la Revolución francesa, el derrotero del experimento napoleónico continental y el Congreso de Viena ocuparon un sitial prioritario que atestiguan el interés sanmartiniano por entender el curso global del tembladeral abierto con las revoluciones de fines del siglo XVIII", dice Bragoni. Esas lecturas sugieren la preocupación del Libertador del sur sobre el desenlace no deseado del cambio político, "y en particular de los 'excesos' de la participación y politización popular que habían pesado en el fracaso republicano, la salida directorial y el ascenso de Napoleón", destaca la autora. San Martín había experimentado el derrotero de las guerras de revolución en España y, en América, lo viviría en carne propia. "Ese doble registro interpretativo, el europeo-napoleónico y el sudamericano-rioplatense, quedaría atestiguado en tres textos indicativos del plan de lecturas trasatlántico de San Martín: el Bosquejo histórico escrito por el Deán Funes (impreso por el chileno Gandarillas en 1816), en el que al historiar los orígenes de la revolución no había dejado de descalificar la gestión de su padre, Juan de San Martín, con los guaraníes de las Misiones; Manifestación histórica y política de la Revolución de la América del peruano Riva Agüero (1818), y el Manuscrito de Santa Elena (1817), la exposición atribuida a Napoleón Bonaparte con la que pretendía justificar su desempeño público ante sus contemporáneos". José Antonio Álvarez Condarco, que se convertiría en secretario privado de San Martín, le obsequió ese libro cuando llegó a Mendoza desde Londres.
 
El escritor e historiador Rodolfo Terragno, autor de Diario íntimo de San Martín. Londres, 1824. Una misión secreta (Debolsillo) y exembajador argentino ante la Unesco, presentó en 2019 un proyecto para declarar Patrimonio Cultural de la Humanidad al paso de los Andes porque esta gesta, además de determinar la libertad de varios pueblos de América del Sur, llevó gran cantidad de libros que sirvieron como base para la creación de diferentes ciudades. Cabe destacar, además, que San Martín sancionó la libertad de imprenta sin sometimiento a censura previa, aprobación o revisión. Su relación con los libros, la lectura y las bibliotecas quedó inmortalizada en una de sus máximas: "La biblioteca, destinada a la ilustración universal, es más poderosa que nuestros ejércitos para sostener la independencia".
 
Hasta el miércoles se desarrolla el seminario virtual "San Martín y las bibliotecas. Instituciones defensoras de la Independencia de América", que se transmitirá desde esta página web a partir de las 11 de cada jornada. Hoy, el tema será la formación de San Martín; mañana, la vinculación del héroe con las bibliotecas, y el miércoles, su legado en las bibliotecas argentinas. Participan Juan Manuel Calabria, miembro de la Academia Nacional Sanmartiniana; la investigadora del Conicet Beatriz Bragoni, el profesor Daniel Grilli; el director de Protección de las Colecciones de la Biblioteca Nacional del Perú, Gerardo Trillo; el director de Coordinación Cultural de la Biblioteca Nacional, Guillermo David, y Fernando López, director de la Biblioteca Nacional de Maestros de la Argentina. Organizado por la Biblioteca Pública General San Martín y el gobierno de Mendoza, es uno de los eventos culturales de la semana.
 
Daniel Gigena en La Nación (matutino porteño) 
 
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