| 19 de noviembre

La COP26 comienza a delinear el nuevo modelo económico global

Por Hernán Rossi* y Javier J. Vázquez** Podemos decir que la mayoría de los países del mundo llegaron a esta nueva Conferencia de las Partes (COP), COP 26 de Glasgow, con al menos dos certezas: lo urgente y lo inevitable...

Por Hernán Rossi* y Javier J. Vázquez** Podemos decir que la mayoría de los países del mundo llegaron a esta nueva Conferencia de las Partes (COP), COP 26 de Glasgow, con al menos dos certezas: lo urgente y lo inevitable. Estas certezas se construyeron en base al sexto informe del Panel Intergubernamental de Científicos frente al cambio climático, conocido por sus siglas como IPCC, que transmite un mensaje inequívoco: “ya no hay dudas que la acción del hombre afecta el clima en el planeta, los ecosistemas y el equilibrio ecológico”. 
 
Desde el primer informe a mediados de la década del noventa, la certidumbre fue aumentando. Comenzó con una probable afectación de la acción humana sobre el clima y hoy, casi 30 años y seis informes después, “es inequívoco” el impacto de nuestro accionar como civilización sobre el ecosistema planetario. Este proceso que conllevó 30 años de estudios científicos nos permite asegurar que el cambio climático es real, está probado y se debe al accionar humano: lo inevitable. Por otro lado, esto se construyó sobre la prudencia y el tiempo necesario del estudio científico, por lo que también sabemos que el tiempo que resta para poder adaptarnos y mitigar los gases de efecto invernadero es extremadamente acotado: lo urgente.
 
En este sentido, los líderes de 200 países acudieron a la COP26 con la evidencia que obliga a tomar las medidas necesarias para hacer la transición ecológica. El cambio climático es una amenaza global con impactos y consecuencias locales que en 2021 ya afecta al 80% del territorio del planeta. Esto quiere decir que, como países, estamos obligados a cooperar de manera global porque todos nos enfrentamos a la misma amenaza, inevitable y urgente.
 
La principal razón por la que el proceso de la COP26 es importante es que la ciencia, la diplomacia, el activismo y la opinión pública que lo respaldan constituyen el mejor mecanismo que tiene el mundo actualmente para ayudarlo a aceptar una verdad fundamental: el sueño de un planeta de casi 8.000 millones de personas que viven con comodidades materiales será inalcanzable si se basa en una economía impulsada por el carbón, el petróleo y el gas natural. Los daños de las emisiones acumuladas de dióxido de carbono eventualmente se acumularían tan rápidamente que el desarrollo de combustibles fósiles se detendría.
 
Por este motivo, los resultados de la 26° Conferencia de las Partes fueron importantes, aunque no suficientes. Algunos compromisos asumidos durante estas dos semanas en Glasgow se centraron en la protección de los bosques del planeta y el freno a la deforestación; en la reducción del 30% de la emisión de metano; en el aumento del financiamiento dirigido a las tecnologías limpias y proyectos verdes; en la reducción del uso del carbón, entre otros.
 
Finalmente, en el último día de la COP26, más de 200 países participantes de la misma firmaron un documento final en donde, entre otras cosas, se deja de manifiesto un claro compromiso de financiamiento de los países desarrollados hacia los países en desarrollo con el fin de asistirlos y ayudarlos en la adaptación y mitigación del cambio climático. Además, se solicita la actualización de las metas de reducción de carbono establecidas para 2030, se deja constancia de que el carbón es el principal causante del calentamiento global y, en este sentido, se comprometen las naciones a reducir gradualmente su uso.
 
Sin embargo, como mencionó António Guterres, Secretario General de la ONU: «Es un paso importante pero no es suficiente». Por eso, será fundamental para el progreso económico sustentable de los países una mayor inversión en Ciencia y Tecnología, porque el mundo del futuro será más tecnológico y estará cada vez más basado en conocimiento científico, y porque los compromisos asumidos tienen sabor a poco.
 
En cuanto a la Argentina, ya supimos ser un faro en Latinoamérica, deberemos recuperar esa preponderancia para resolver nuestros problemas actuales y adaptarnos al futuro, más digital, más sostenible y bajo en carbono. Pero hay cientos de puntos a resolver en la agenda económica y productiva de nuestro país. Por eso es imprescindible contar con un plan de desarrollo, y el mundo mediante reuniones como la COP26 está comenzando a marcarnos la cancha de ese desarrollo con dos conceptos claves: Desarrollo Sostenible y Economía del Conocimiento.
 
Los esfuerzos que debemos hacer deben estar enfocados en digitalizar y descarbonizar nuestra economía, actualizar nuestro modelo educativo para estos desafíos y comenzar a realizar los consensos necesarios para que la transición sea lo más gradual posible y así evitar impactos sociales negativos. Por eso es necesario comenzar urgentemente. 
 
La transición ecológica que tienen que llevar a cabo nuestras economías y nuestras sociedades, plantea una modificación en la forma en la que utilizamos los factores productivos de la economía y, por ende, una transformación tecnológica y de procesos tan grande como fue la Primera Revolución Industrial. Estos cambios profundos del sistema económico y productivo deberán contemplar a las economías medidas en reducción de gases de efecto invernadero, el impulso de proyectos de energías renovables e hidrógeno verde, autos eléctricos y litio, economía circular y revolución en la alimentación, procesos de descarbonización y captura, digitalización, eficiencia del transporte y renovación de ferrocarriles, infraestructura resiliente y soluciones basadas en la naturaleza, productos digitales globales y servicios ecosistémicos. Estas nuevas estrategias productivas van a delinear la manera de producir y consumir, y por lo tanto, de generar valor.
 
En este sentido, los grandes actores que deben ganar protagonismo urgentemente son los partidos políticos argentinos. Si bien no son motivo específico de esta nota, poco hacen para la formación y capacitación de sus cuadros técnicos, quienes deben tener la responsabilidad de hacer las políticas públicas que permitan impulsar una alianza virtuosa entre el sector público y el privado. Pero menos hacen en el relacionamiento con las organizaciones de la sociedad civil. En la última marcha contra el cambio climático lo vimos: eran estas organizaciones las que le dieron forma y canalizaron de mejor manera los talentos y las reivindicaciones de activistas y técnicos preocupados por la crisis climática. 
 
El contexto es claro, el debate científico está saldado. Queda mucho por debatir y conciliar, pero sobre todo mucho por hacer. La COP 26 fue un paso más hacia la consolidación global de una economía digital y baja en carbono. Hoy Argentina necesita tener voz, participar activamente de este proceso y definir su plan de transición buscando que este proceso sea una palanca para una nueva fase de desarrollo y bienestar.
 
* Rossi es presidente del Instituto Lebensohn.
** Vázquez es especialista en Desarrollo Sostenible.
 
 
 
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