| 21 de agosto

La obviedad económica que nos rehusamos a aceptar: La emisión monetaria no genera riqueza

Si uno se tomara el trabajo de calcular la inflación argentina desde 1940 hasta el 2013, llegaría a la astronómica cifra de 4.835.716.461.499%

Si uno se tomara el trabajo de calcular la inflación argentina desde 1940 hasta el 2013, llegaría a la astronómica cifra de 4.835.716.461.499%
Es muy común entre muchos economistas decir que la emisión es necesaria para el crecimiento económico. Esta afirmación es muy peligrosa no solo porque es falsa, sino porque además implica una violación de los derechos de terceros, que en este caso vendrían a ser todos y cada uno de los ciudadanos de un país.
 
Analicemos en primera instancia la creencia de que se puede generar riqueza emitiendo dinero. Este punto es totalmente falso. La función que posee el dinero es de medio de intercambio para obtener otros bienes. Es decir, lo que realmente demanda la gente son bienes: El billete papel solo es el instrumento para obtener esos bienes.
 
En otras palabras, la riqueza está en la producción de bienes, no en el dinero. Pensemos en una economía donde hay 1.000 bienes y que adquirirlos cuesta $5.000. Si agregamos el supuesto (exagerado, pero de lo que se trata es de ilustrar el punto) de que el gobierno es el único que adquiere esos bienes, le bastará con poseer $5.000 para adquirir los 1.000 bienes de la economía.
 
En caso que el gobierno decida realizar una emisión monetaria de otros $5.000, con lo que el gobierno ahora pasaría a poseer $10.000, ¿puede comprar más bienes en la economía? La respuesta es un rotundo “no”, ya que en la economía siguen habiendo 1.000 bienes. El gobierno, en este ejemplo, a pesar de poseer una mayor cantidad de billetes, no logra adquirir una mayor cantidad de bienes. En pocas palabras, no incrementó su riqueza.
 
Con el ejemplo mencionado podemos observar claramente que emitir dinero lejos se encuentra de ser una solución para crear riqueza. Si un país quiere desarrollarse y ser más rico deberá producir más bienes, y para lograr ese objetivo necesita atraer inversiones. Y las inversiones llegan cuando las instituciones son de calidad, o dicho de otra manera, cuando las reglas de juego son claras. Tener instituciones de calidad implica respetar los contratos, respetar la propiedad privada, mantener una política de apertura comercial, mostrar una solvencia aceptable para devolver deuda que fue tomada en el pasado, etc. El hecho de emitir para saldar una deuda no fortalece las instituciones, sino que las debilita por las consecuencias que provoca.
 
En lo que respecta al hecho de que el gobierno ostenta el monopolio de la emisión monetaria, vale la pena primero una diferenciación teórica para entender a cabalidad por qué el monopolio de la moneda es necesariamente dañino. Los monopolios en cualquier sector económico se encuentran muy mal vistas hoy en día en cualquier país del mundo, ya que se entiende que concentran mucho poder en las manos de un agente económico, y como suele suceder siempre que se concentra mucho poder en pocas manos, estos agentes terminan abusando de ese poder.
 
Por eso cabe preguntarse, ¿no es entonces el monopolio de la moneda nocivo también? En concreto, si uno es de la opinión de que todo monopolio es malo, debería estar en contra del curso forzoso de la moneda. Los economistas de la Escuela Austríaca destacaron acertadamente los distintos tipos de monopolios. No es lo mismo un monopolio competitivo que un monopolio legal. En el primer caso, a pesar de que hay un solo productor en el mercado, continúa compitiendo con potenciales amenazas en un entorno de bajas barreras de entrada y salida en el mercado.
 
De esta manera, el productor monopólico se verá incapacitado de incrementar los precios, ya que esto incitaría a potenciales competidores a entrar en el mercado. Es decir, en un monopolio competitivo, el monopolista no tiene poder del cual abusar, porque en el fondo continúa compitiendo. Distinta es la historia del monopolio legal, en donde el agente monopolista es privilegiado por el gobierno con la exclusividad legal para producir un bien o servicio. La prohibición legal de la competencia es una barrera a la entrada infranqueable, por lo que el monopolista literalmente no tiene competencia. Aquí el monopolista sí posee un poder del cual puede abusar.
 
En síntesis, un monopolio competitivo continuaría dando beneficios a la sociedad —mayor cantidad de bienes al menor precio posible— mientras que un monopolio legal perjudica a la sociedad —ya que no está sometido a ninguna presión competitiva por brindar un servicio de buena calidad—. Desde esta perspectiva, el monopolio que poseen los Bancos Centrales para emitir billetes cae bajo la categoría de un monopolio legal.
 
Así, si el gobierno es irresponsable en el manejo de sus finanzas y logra, vía Banco Central, que se le impriman billetes para pagar deudas que no puede pagar con ingresos recaudados a través de impuestos, castiga a todos los ciudadanos de la nación con la pérdida de poder adquisitivo que ocasiona la inflación.
 
Vale la pena recordar que sólo existe el monopolio de la moneda desde que se crearon los Bancos Centrales. Antes de eso las monedas competían en el mercado, y así se formaron espontáneamente monedas muy fuertes que mantenían su poder adquisitivo. En Argentina, el Banco Central se creó en 1935. Si uno se tomara el trabajo de calcular cuánto fue la inflación desde 1940 hasta el 2013, llegaría a la astronómica cifra de 4.835.716.461.499%.
 
Tomando en cuenta que aun no pasaron ni 100 años de la creación del Banco Central en Argentina, el dato es más que alarmante. Tal vez no sería mala idea prestar más atención a los académicos que han dedicado sus carreras a desarrollar teorías y estudiar la historia de la competencia entre monedas, como Friedrich Hayek, ganador del premio Nobel de economía en 1974.
 
En conclusión, los economistas que aman la emisión monetaria deberían reflexionar a fondo sobre sus consecuencias, principalmente por dos razones: 1) La riqueza no se genera emitiendo dinero, sino produciendo bienes físicos que las personas demandan; 2) Emitir dinero genera un impacto inflacionario que afecta directa y negativamente al poder adquisitivo de las personas que viven en un país, especialmente a las más pobres.
Iván Cachanosky es Licenciado en Administración de Empresas y Magistrando en Economía Aplicada. Actualmente se desempeña como Analista Económico de la Fundación Libertad y Progreso. Síguelo por Twitter en @ivancachanosky.
 
Artículo publicado originalmente en PanamPost.com el 5 de junio
 
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