Un 8 de Mayo de 1893, el entonces presidente de la Nación Luís Sáenz Peña designaba gobernador a Pedro Godoy. Aunque a priori no nos resulte familiar su nombre, no podemos dejar de mencionar que su legado como mandatario es de destacar. No por nada una de las calles que atraviesa el casco céntrico de Ushuaia lleva su nombre.
Remitiéndonos a los datos que la historia nos enseña, lamentablemente no podemos hablar – aunque sea precisamente lo más relevante para evaluar su figura-, más que de su visión como estadista de estas australes latitudes que veían un futuro promisorio para quienes la visitaban o habitaban, sobre todo si entre estos últimos había gobernantes que debían luchar contra la elefantiásica maquinaria de la burocracia centralista encargada de entorpecer todo halo de esperanza que se erigiera sobre Ushuaia y de la isla que la tenía como capital.
Considerando el antecedente de su predecesor en el cargo, Mario Cornero, quien no pudo atravesar el escudo de la aristocracia porteña construido por Julio Popper para poder hacerse de innumerables hectáreas de tierra en la zona norte de la isla; Godoy debía preocuparse desde ya por la colonización de todo el campo abierto que se enfrentaba a dos desafíos. Uno, el de la isla aparte que configuraban las tierras de Popper; dos, el problema que la colonización provocaba en los nativos shelknam, arrinconados cada día más contra el límite entre la estepa norteña y la cordillera boscosa a la altura de lo que hoy es Tolhuin. ¿Qué mejores relatos – a pesar de la tristeza impregnada por la “salvaje civilización”-, que los que incluyera Esteban Lucas Bridges en su fantástica obra “El Último Confín de la Tierra”, sobre sus vivencias con los nativos que luchaban día a día contra el invasor que los expulsaba o relegaba hacia una lucha contra sus semejantes por la carencia de espacios y recursos vitales? Como transmitiera en un informe sobre el problema de la convivencia con los nativos, cualquier opción que se escogiera era de imposible cumplimiento, dados los escasos medios con que contaban las autoridades o los obstáculos legales existentes.
Haber sorteado la férrea oposición de un terrateniente como Popper por un fortuito acontecimiento del destino como fue su repentino fallecimiento en la ciudad de Buenos Aires, pronto tendría su reemplazante. En el presupuesto de la gobernación, Godoy tendría recursos que destinaría para la construcción de la casa del gobernador, cuyo emplazamiento y estructura original pueden apreciarse en la avenida Maipú frente al puerto, en la intersección con Lasserre; y la adquisición de maquinaria para la instalación de un aserradero que abasteciese a la comunidad de leña, en aquellos tiempos enormemente demandada para la calefacción de los hogares. Sin embargo, dicha leña serviría para alimentar el fuego de un encono con el todavía pequeño establecimiento penal que crecería en influencia, hasta que el Ministerio de Justicia de la Nación dispusiera que el aserradero pasara a manos de la Cárcel.
Quedaron, finalmente, como muestrario de su visión de largo plazo, la venta de tierras con obligación a poblarla; la provisión de animales, presupuesto y transporte para vigilancia de la costa; y la declaración de zona de puerto libre por el lapso de cinco años. Algunos de estos puntos prioritarios para el desarrollo de esta tierra, siguieron siendo puntos prioritarios por décadas.