| 26 de enero

Por qué escapé de la Argentina

En esta columna el periodista que dio en Twitter la primicia sobre la muerte del fiscal Nisman contó en el diario israelí Haaretz las intimidaciones que, según denunció, lo llevaron a irse de manera intempestiva a Tel Aviv

En esta columna el periodista que dio en Twitter la primicia sobre la muerte del fiscal Nisman contó en el diario israelí Haaretz las intimidaciones que, según denunció, lo llevaron a irse de manera intempestiva a Tel Aviv
 
Cuando mi informante me dio la primicia de la muerte de Alberto Nisman, estaba escribiendo un artículo sobre las acusaciones del fiscal especial contra la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, su (judío) ministro de Relaciones Exteriores, Héctor Timerman, dos "activistas sociales" proiraníes y el parlamentario Andrés Larroque. La información indicaba que Nisman había muerto de un disparo en su casa.
 
El proceso de verificación no fue demasiado difícil, dado el increíble grado de detalle de mi fuente. Su nombre nunca será revelado. (…)
 
Por supuesto, tanto por su velocidad como por su poder viralizador, lo más apropiado era usar Twitter. La información era tan sólida que jamás dudé de mi fuente, a pesar de que un par de colegas dudaron de mí, debido a que sólo contaba con 420 seguidores, una cantidad que ahora eclipsa los 10.000.
 
La noche avanzaba y varios periodistas me contactaron para que los informara de modo más directo. El primero en hacerlo fue Gabriel Bracesco. No bien tuitié que Nisman había muerto, cientos de personas retuitearon la noticia y se agregaron a la lista de mis seguidores. Ésa fue la primera de varias noches sin dormir. (…)
 
El viernes, mientras trabajaba en la redacción BuenosAiresHerald.com, un colega de la BBC me dijo que chequeara la historia de la muerte de Nisman publicada por la agencia oficial de noticias. El artículo tenía serios errores de tipeo, pero el mensaje era todavía más extraño: la agencia citaba un supuesto tuit mío que yo nunca escribí.
 
Maldije de indignación, y entre puteada y puteada agregué: "Voy a tuitear esto y ya van a ver". Pero esperé unos minutos para calmarme y advertí que ese tuit era una especie de mensaje cifrado. Así que se lo reenvié a un amigo, que me dijo: "Salí ya mismo y andate a Retiro". "Vení a visitarme. Tenés que salir de la ciudad." Eran cerca de las 8 y media de la noche. Tuve mucha suerte: llegué a la estación con tiempo de subirme a un micro que partía en dos minutos. Tampoco revelaré nunca el destino.
 
Tras varias horas en la ruta, llegué a mi destino, donde me quedé un par de horas. Ése resultó ser mi gran error: creo que fue en ese lugar que alguien empezó a observarme. Pero en ese momento no me di cuenta.
 
No quería quedarme demasiado tiempo en ningún lugar, así que caminé hasta una estación de servicio cercana. Mi amigo me contactó y me dijo: "En 20 minutos estoy ahí".
 
Habían pasado unas dos horas que estaba sentado ahí, cuando entró una persona extraña, con pantalón y campera de jean y anteojos oscuros. Lo noté de inmediato, pero me quedé donde estaba. Se sentó a dos mesas de distancia de la mía.
 
De repente, sentí un dedo en mi cuello y pegué un salto como nunca antes en mi vida. "Estás un poco nervioso, querido." Era mi amigo, con uno de sus chistes. "Te están vigilando? ¿No viste al tipo de Inteligencia que está ahí, atrás tuyo?"
 
"¿El de jeans y anteojos de sol?"
 
"Sí."
 
"¿Qué quiere?"
 
"Quedate tranquilo, mirá hacia mi cámara", dijo mi amigo y me sacó una foto, aunque en realidad le sacó una foto al agente de Inteligencia, que se fue cinco minutos después. Tengo esa foto conmigo. (…)
 
Como sea, me decidí rápidamente: tenía que abandonar el país de inmediato. Así que contacté a uno de mis mejores amigos, que tuvo miedo, pero entendió la situación. Teníamos que actuar rápido. (…)
 
Compré un pasaje de Buenos Aires a Montevideo, de ahí a Madrid y de Madrid a Tel Aviv. Tenía que mantener un bajo perfil para no alertar a las fuerzas de seguridad. Así que volví a la estación de Retiro, y ésa fue la parte más aterradora de aquel largo día. Estaba seguro de que si algo iba a pasar, sería en la estación de tren, un lugar que de noche es muy peligroso. (…)
 
Les envié mensajes de texto a dos de mis mejores colegas, un amigo y mi mamá, diciéndoles que se reunieran conmigo en el aeropuerto. (…)
 
No tengo idea de cuándo volveré a Argentina. Ni siquiera sé si quiero volver. Lo que sí sé es que el país donde nací no es el país feliz del que solían hablarme mis abuelos judíos.
 
Tras abandonar Argentina, descubrí que el Gobierno seguía publicando información errónea sobre mí. La cuenta de Twitter de la Casa Rosada publicó detalles del pasaje de avión que había comprado, y afirmó que me proponía regresar al país el 2 de febrero. Decían que en realidad no había escapado. La fecha de regreso de mi pasaje es para diciembre.
 
Argentina se ha convertido en un lugar oscuro gobernado por un sistema político corrupto. Todavía no he logrado entender todo lo que me pasó en las últimas 48 horas. Nunca imaginé que mi regreso a Israel sería así.
 
Fuente: La Nación (Buenos Aires)
 
 
 
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