Este 6 de septiembre se cumple un nuevo aniversario del natalicio de Luís Federico Leloir, científico argentino nacido en París durante unas vacaciones de sus padres, que se trasladaron a la Argentina, donde recibió su formación científica. En 1932 obtuvo la licenciatura en medicina en la Universidad de Buenos Aires y luego se trasladó al Reino Unido, donde colaboró durante un año en el Laboratorio de Bioquímica de la Universidad de Cambridge.
En 1937 regresó a la Argentina, donde emprendió su investigación sobre la oxidación de los ácidos grasos en el Instituto de Fisiología de Buenos Aires. Como impulsor del Instituto de Investigaciones Bioquímicas Campomar, realizó importantes estudios sobre la acción de la lactosa en el cuerpo humano. También se desempeñó en el Departamento de Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires y en la Asociación Argentina para el Progreso de la Ciencia, de la que fue presidente.
En 1943 se mudó dos años a Estados Unidos, donde colaboró en el campo de la investigación en la Universidad de Washington y en el Columbia University’s College of Physicians and Surgeons. Tras regresar a Buenos Aires, con ayuda financiera privada, creó el Instituto de Investigación Bioquímica. Sus trabajos en diversos campos de esta rama científica le valieron el reconocimiento de la Comisión Nacional de Cultura Argentina en 1944 y de la Helen Whytue Foundation de Nueva York en 1958, y el premio Benito Juárez de México en 1967. A partir de 1962 dirigió el Departamento de Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires.
El trabajo fundamental de Leloir fue el aislamiento de una enzima que fermenta la galactosa y a la que denominó cogalactowaldenasa, por producir en aquélla una inversión de Walden. Dicha coenzima, hoy llamada glucosauridindifosfato, fue sintetizada más tarde por el inglés Alexander Todd, también ganador del premio Nobel. Los descubrimientos de Leloir sobre los componentes de los ácidos nucleicos o nucleótidos, elementos fundamentales en los procesos metabólicos de los hidratos de carbono y los azúcares en particular, le valieron el Premio Nobel de Química en 1970. Posteriormente dedicó sus investigaciones a la formación de algunos polisacáridos y descubrió ciertas enzimas hepáticas relacionadas con la síntesis de la glucosa.
Leloir obtuvo otras importantes distinciones, como el premio de la Fundación Bunge y Born en 1965; el de la Cairdner Foundation de Canadá en 1966 o el Louisa Gross Horowitz, de Nueva York, en 1966. Desde 1947 hasta 1982 ejerció la docencia en institutos públicos y privados, sin abandonar su cargo como director del Instituto de Investigaciones Bioquímicas. Entre 1962 y 1965 fue jefe del Departamento de química biológica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires y en los años siguientes formó parte del directorio del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Desde 1985 hasta su muerte fue miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires.