| 11 de junio

Una quimera llamada Cruce por Aguas Argentinas

La devaluación sostenida de la moneda argentina reflotó un problema que, para los fueguinos, es de larga data...

La devaluación sostenida de la moneda argentina reflotó un problema que, para los fueguinos, es de larga data. Se trata del cruce por el paso Primera Angostura del Estrecho de Magallanes y el reclamo que llevan algunos sectores para concretar el cruce por aguas argentinas para comunicar el sector argentino de la Isla de Tierra del Fuego con el continente, mediante la construcción de terminales en el cabo Espíritu Santo, en el extremo norte de la isla, y el cabo Punta Dungeness, extremo sur de la provincia de Santa Cruz. 
 
Los primeros antecedentes de propuesta de cruce por aguas argentinas datan de principios de los años setenta del pasado siglo, cuando mediante Decreto Nacional N° 2985 de 1972, se crea una comisión especial en el ámbito del Ministerio del Interior con el fin de evaluar la posibilidad de establecer una conexión directa que, al año siguiente, se resolvió debía ser con la disponibilidad de buques "roll on roll off". Hasta los años ochenta intervinieron la Dirección de Construcciones Portuarias y Vías Navegables de la Nación e incluso se creó el Ente de Unión Territorial en 1981 para avanzar en el proyecto. No obstante, no dejaría de ser eso: un proyecto. 
 
Transcurriendo la segunda década del siglo XXI, el Senado aprueba el proyecto una iniciativa impulsada por José Carlos Martínez y María Rosa Díaz, a la postre Ley Nacional N° 26776, que pretendía declarar "política de Estado la integración física del territorio continental con su territorio insular de la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur", además de establecer "la conexión marítima entre la provincia de Santa Cruz y la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, a través de buques portarodantes". 
 
En 2015, tres años después de la sanción de la Ley 26776, la entonces presidente Cristina Fernández, rubrica el Decreto de creación del Fondo Fiduciario del Cruce Marítimo Sur, con una duración de diez años, renovable, contados desde la integración de los bienes fideicomitidos y con un capital inicial de mil millones de pesos, a partir de la emisión de Letras de Tesorería con un plazo de 42 meses. 
 
A 51 años del citado Decreto 2985/72 y con idas y vueltas que no distinguieron gobiernos dictatoriales de gobiernos democráticos, el reclamo persiste e incluso se ha transformado en un caballito de batalla electoral que no dudan en reflotarlo quienes reciclan viejas propuestas sin contemplar algunas particularidades que no debieran soslayarse. 
 
Primeramente, el ingreso al Estrecho de Magallanes desde el Océano Atlántico constituye una de las regiones más ventosas del planeta, con vientos fuertes de duración prologanda con alta velocidad y rafagosidad, concentrándose este fenómeno en las épocas de mayor demanda de tránsito de quienes vacacionan en otras provincias y deben dirigirse al continente: primavera y verano. También se han registrado amplitudes de marea que pueden alcanzar los trece metros en las cabeceras continentales en donde se ubicarían las terminales de los distintos proyectos en danza. Si bien puede ser subsanado dicho inconveniente mediante la construcción de infraestructura portuaria que permita las correctas y adecuadas condiciones de operatividad, lógicamente la inversión sería de magnitud considerable. 
 
Curiosamente, no se aborda una alternativa que podría ser la más eficaz y práctica: la de fortalecer los mecanismos de integración con Chile, promoviendo su incorporación como miembro pleno del Mercado Común del Sur (MerCoSur). Si bien, a priori, se presenta la dificultad de compatibilizar el nivel de integración de las respectivas economías con el comercio internacional, no debería descartarse teniendo en consideración que existen negociaciones que abogan por una liberalización del comercio entre bloques, tal el caso del MerCoSur y la Unión Europea. Tampoco se debería rechazar la figura conocida como servidumbre de paso o de tránsito, pero para facilitar la circulación de particulares que deben trasladarse desde el sector argentino de la Isla de Tierra del Fuego hacia el continente. 
 
En función del principio básico de la economía que establece que las necesidades son infinitas mientras que los recursos son finitos, más que derrochar recursos en obras faraónicas de improbable concreción (tal como lo demuestran los antecedentes de este tan utilizado y manipulado artilugio discursivo electoral del cruce por aguas argentinas), se podría indagar en alternativas más eficaces y prácticas en detrimento de aquellas más costosas que, de no serlo, hace varias décadas serían parte de la realidad de la conectividad entre la isla y el continente. Queda claro que no sólo es impracticable sino que la torre de cristal en la que viven algunos dirigentes les impide ver lo quimérica de semejante propuesta. 
 
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