La aprobación por parte de la Asamblea Nacional Constituyente de un “juicio histórico” contra dirigentes de la oposición por traición a la patria, no es más que la ratificación del rumbo dictatorial que asume Nicolás Maduro con el apoyo de su séquito de inefables bufones. A la feroz y salvaje represión que ejercen ejércitos paramilitares conformados por militantes del grupo gobernante, se le suman señales indudables de que no existen posibilidades de apertura para salir de la crisis que sume al país caribeño que se ha convertido en sinónimo de desabastecimiento, violencia e inflación que sólo se compara con países en guerra o que han padecido desastres humanitarios.
No quedan dudas que la grieta es nacional e internacional: a las incapacidades manifiestas de los sectores de Venezuela de tender puentes que faciliten entendimientos en vistas de superar la crisis, en gran medida provocados por la misma secta dominante que no hace más que empeñarse en limitar in extremis las libertades elementales de dirigentes opositores como Leopoldo López quien fue apresado, luego beneficiado con prisión domiciliaria y nuevamente apresado por incumplir aparentemente las condiciones de dicho encierro en su domicilio; hay que sumar la falta de una política coherente en materia de defensa de las libertades individuales y los principios de democracia republicana por parte de los bloques como la Unasur, en cuyo ámbito resulta sumamente inconveniente la obstaculización cómplice de Evo Morales, por mencionar el más férreo aliado de Maduro.
En la Unión Europea, por caso, no resulta mucho más esperanzador el panorama. Sólo el presidente de Francia, Emmanuel Macron, ha condenado la dictadura venezolana, gesto que sería sumamente clarificador que lo imiten sus pares. No es un ejemplo para dejar pasar: que el continente sinónimo de democracia y de respeto por las libertades, tras haber sido exponente de guerras, rivalidades, imperios con intereses entrecruzados y cuna de los fascismos que horrorizaron a la humanidad, se pronuncie en beneficio de los ciudadanos venezolanos, sería un halo de luz que signifique poder avizorar, aunque sea a lo lejos, el final del túnel en el que están encerrados por culpa y causa de administración fraudulenta e inutilidad para resolver la crisis que es combinación de diversos problemas institucionales, económicos, políticos, institucionales y sociales.